domingo, 9 de mayo de 2010

Como Jesús, con nadie




El Señor nos acompaña. Y, en medio de nosotros, cuando era consciente de su muerte y, ahora en vísperas de su Ascensión, nos dice que guardemos su Palabra. Que, en ella –todo un patrimonio espiritual, personal y divino de Jesús - encontraremos fuerza para seguir adelante, respuestas ante muchos interrogantes. Amar al Señor y, guardar sus pensamientos, su esquema para nuestro mundo y para nosotros, es todo uno.
1.Las estadísticas dicen que, una generación de jóvenes en Europa, está perdida. Recientemente –no hace todavía una semana- una joven en Inglaterra se quitaba la vida porque, entre otras cosas, aquello para lo que había estudiado o se había preparado no lograba encontrar. Muchas puertas se le habían cerrado y, en la última, pudo más el desazón que las falsas promesas que un día le vendieron. Algo grave está ocurriendo en nuestro mundo cuando se nos prepara para la felicidad y, a la vuelta de la esquina, nos encontramos en la soledad o con una ansiedad insoportable. Algo está aconteciendo en nuestra sociedad cuando, detrás de muchas palabras y de otros tantos escaparates, se nos invita a amarnos a nosotros mismos y, luego necesitamos del amor auténtico, de una ayuda para levantarnos, de un aliento o de una sonrisa…resulta que nos encontramos solos. Falla, en el fondo y en la forma, aquello que es o no es digno de ser amado.
2. Dios, que disfruta amando, goza con nuestro amor. Y Jesús, el amor hecho carne en medio de nosotros, nos da una pista para ser felices. Para no sentirnos defraudados, inquietos o desilusionados de nuestra existencia: hay que esperar en Dios, hay que amar a Dios y no hay que perder de vista lo que El nos enseñó. ¿Amas a Dios? ¿Cómo tratas su Palabra? ¿Condiciona, alumbra, ilumina, interpela en algo tu existencia?
Hemos perdido, en varios aspectos, el norte y –Jesús- nos recuerda que, sus Palabras, siempre serán causa de serenidad y de encuentro con nosotros mismos, con los demás y con el mismo Dios. ¿Por qué nos cuesta tanto guardar, proteger, acoger y enseñar su Palabra? Tal vez porque, entre otras cosas, es exigente, nítida, a veces duele y otras calma. Su Palabra, de vez en cuando, deja a la intemperie nuestras vergüenzas y otras nos dice que somos dichosos, bienaventurados y elegidos. Pero, no lo olvidemos, su Palabra es eterna.
Estamos en horas muy decisivas para la Iglesia y para el anuncio del evangelio. Nunca como hoy se necesitan corazones vigorosos (no cobardes), labios dispuestos a dar testimonio de Jesús (no amordazados por la sordina del todo da igual), personas dispuestas a brindarse generosamente a los demás como sello e identidad de que son amigos de Jesús y de que pertenecemos a una comunidad de hermanos. Y, por encima de todo, la promesa de Jesús: el nos acompañará, nos consolará con el Espíritu y nos guiará, como miembros de su Iglesia, hacia la meta final. Que Dios nos siga animando e inundando con la alegría de esta Pascua. Porque, estar y permanecer al lado de Jesús, es garantía segura. Con El..todo.



Edita: Edelweiss