miércoles, 2 de septiembre de 2009

APRENDIENDO A SER HERMANA ENTRE LAS HERMANAS


...”No pierdas de vista lo que te has propuesto;
Ten siempre presente ante los ojos el punto de
partida; conserva lo que has conseguido,
lo que haces, hazlo bien; no te detengas,
sino más bien avanza confiada y gozosamente
por la ruta de la bienaventuranza”... (CL 2 cta. 11-12)

No perder de vista el horizonte de la felicidad: JESUCRISTO , con la mirada puesta de un empezar en el ahora es palabra clave en este nuevo reemprender de mi vida por el camino del seguimiento, nada fácil, pero gozosa de la ruta de la bienaventuranza.

Sábado, 20 de Junio, 12 de la mañana. Fecha sellada por la Profesión Solemne en mi entrega al Señor con alma, corazón y vida, como bien se me ha dicho al comienza de la celebración.

Estas son pinceladas que resuenan de manera especial por mi memoria de la homilía de mi profesión, en la que se me recordaba que, he sido llamada a vivir en “FRATERNIDAD”, una fraternidad que me recibe con los brazos abiertos y el calor de un hogar, en la comunión de vida como pertenencia a la fraternidad. Aprendiendo en el día a día, a ser “HERMANA DE LAS HERMANAS”, desde la apertura, posibilitándome a salir del estrecho marco de mi propia vida a través de la dimensión contemplativa.

Son características vitales y signos visibles de credibilidad de la acogida y de la aceptación mutuas, en la que también se me decía, que estoy llamada a vivir mi vocación con calidad significativa, desde la alegría, la sencillez y la ternura, como hermana e hija de San Francisco y de Santa Clara, pero sin olvidar que esto sólo puede ser posible desde el continuo nacimiento del Espíritu Santo.

Retomando un poco meses atrás hasta el 20 de junio, fueron días de espera desde la tranquilidad y la serenidad. Con mucho más tiempo dedicado en lo personal. Ya próxima a la fecha indicada, la dedicación y el interés de los preparativos tanto en lo personal y del resto de mis hermanas de esta fraternidad, despertaban en mí una paz y una alegría de que llegase ya aquel día y que se terminase de una vez. Todo era fruto de los nervios; me era inevitable las diferentes imágenes que venían en mi recuerdo del pasado y del presente, despertando en mí una cierta nostalgia y a la vez, abriéndome paso a que realmente tengo una gran familia en la que mi vida tiene que consumirse en el aquí y ahora.

A mi corto trayecto de vida, pude experimentar que la vida es un don, un regalo, el mejor regalo de Dios, pero que también es un mar de lágrimas, marcados por el dolor y el sufrimiento, que hace posible el sentido de mi existencia; gracias a ello, me posibilita a abrir mi corazón desde mi propia experiencia hacia el encuentro de los demás. Todo forma parte de la vida; de allí surge mi pregunta: ¿Cómo debo vivirlo? Sólo queda decir que, la luz del Espíritu Santo mantenga mi mente despierta y mi corazón abierto a la buena nueva, y así mis palabras de gratitud al Señor porque en ese día me sentí muy acompañada con gestos de cercanía: por la gran familia cristiana que es su Iglesia, sacerdotes, amigos y conocidos de Zafra, contando de manera especial con la presencia física y espiritual de todas las hermanas de la federación y de los hermanos franciscanos.

Para mi ha sido un día inolvidable el poder compartir esos momentos fraternos, fecha que no llegará a borrar nunca el paso del tiempo.

Oremos las unas por las otras.

Un fuerte abrazo y el mejor recuerdo de vuestra hermana.

Sor Mª Clara Orosco Pardo


Edita: Edelweiss






domingo, 30 de agosto de 2009

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Hace unos años escribí para un programa religioso de la radio gallega un comentario al evangelio de este domingo. Creo que vale la pena recordar hoy lo que entonces vi oportuno decir.
La síntesis del evangelio de este domingo podría ser ésta: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.
¿Quién no recuerda el halo de misterio que rodeaba la celebración de la misa cuando el cura la decía en latín, en voz baja, y de espaldas a una comunidad creyente que no oía, no veía, no entendía? ¿Quién no recuerda amigos o conocidos, que en las reformas litúrgicas de después del Concilio encontraron una razón para abandonar toda forma de participación en las celebraciones de la comunidad eclesial? Todo ello en nombre de una supuesta tradición que, en realidad, no era otra cosa que tradiciones humanas. Y si no queremos recordar cosas que para los jóvenes son ya de otros tiempos, podríamos mencionar bautismos, comuniones, matrimonios que, por tradición, hacen todavía en la Iglesia gentes que ya no creen y que pretenden tener el derecho de imitar sin fe los sacramentos que celebra la fe de los creyentes.
Las palabras del evangelio llegan llenas de verdad para denunciar estas situaciones: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.
Para el evangelista es importante esa reivindicación de la primacía del mandato divino sobre las tradiciones humanas. Pero él quiere hablar también de Jesús, yo diría que quiere hablar sobre todo de Jesús, de su persona, de la soledad en que lo van dejando enemigos y curiosos, amigos y discípulos, incluso los Doce, que tampoco parecen entender mucho lo que su Maestro va diciendo por los caminos de Galilea.
Son muchos, demasiados, los hombres y mujeres dispuestos a pelear, tal vez a matar, por “tradiciones humanas”. Son muchos los que no sienten por la palabra de Dios aquel apego del corazón que ella merece. Somos muchos, demasiados, los que practicando por tradición normas supuestamente cristianas de conducta, no conocemos a Jesús como nuestro Salvador y Señor, y lo dejamos indiferentes en su soledad. ¡Puede que todavía no hayamos empezado a creer!


P.D.: Si queremos saber de la soledad en que dejamos a Cristo, será conveniente que consideremos la soledad en que dejamos a los pobres.

Feliz domingo.

+ Fr. Santiago Agrelo Martínez, Arzobispo de Tánger



Edita: Edelweiss