miércoles, 11 de febrero de 2009

LAS APARICIONES DE LA VIRGEN A BERNARDETTE



El Obispo de Tarbes y Lourdes, Monseños Jacques Terrier anunció el 8 de Diciembre que el 2009 es el AÑO DE BERNARDETTE SOUBIROUS.

Lourdes, capital de los Altos Pirineos, en la parte meridional de Francia, después de las apariciones de la Virgen Inmaculada a Bernadette Soubirous, que tuvieron lugar entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, se ha convertido en una de las metas más frecuentadas por las peregrinaciones internacionales. Es, en efecto, la peregrinación el evento que caracteriza a este lugar de oración.

La vitalidad de Lourdes tiene su origen en las apariciones de la Virgen a la joven Bernadette Soubirous. Bernadette nació el 7 de enero de 1844. El padre, titular de un molino, a causa de graves problemas económicos se vio obligado a vagar de un lugar a otro para huir de sus acreedores, hasta el momento en que, durante una carestía, fue arrestado con la acusación de haber robado harina. La acusación se reveló completamente infundada y causada solo por el hecho de que la familia sufría de una gran pobreza.

El 11 de febrero de 1858 la primogénita de la familia Soubirous, Bernadette, acompañada por la hermana de una amiga, se dirigió a la malsana gruta de Massabielle, buscando leña para calentar su casa y algo para vender y sacar algún dinero para poder sobrevivir. Mientras Bernadette trataba de vencer la resistencia a entrar en un lugar tan malsano que, para ella, que sufría de asma, era muy nocivo, sintió el ruido de un viento muy fuerte y vio la cavidad de la gruta que se iluminaba. En la luz, Bernadette percibió una imagen femenina muy bella, vestida de blanco que le indicaba de acercarse. La muchacha, extasiada por tanta visión, tomó su corona del rosario y lo recitó ante la visión.

Bernadette, aunque con cierto temor, le contó lo que le había sucedido a su hermana, que a su vez lo refirió a su madre. Las reacciones fueron sumamente violentas, pero no le fue prohibido a Bernadette ir a la gruta de nuevo en compañía de las dos muchachas. Siguieron todavía dos visiones, el 14 y el 18 de febrero. Justamente durante esta última, la joven recibió la invitación a presentarse en aquel lugar por 15 días y le fue hecha una promesa: “No te prometo de hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”.
Del 19 de febrero al 4 de marzo ocurrieron las quince apariciones. El 24 de febrero la Virgen repitió tres veces la palabra “Penitencia” y exhortó a rezar por los pecadores. El 25 de febrero la Virgen indica a Bernadette una nueva fuente de agua que surgió en el lugar. El 2 de marzo la joven recibe la orden de dirigirse al párroco para invitarlo a organizar una procesión de fieles y construir una capilla.

El 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, Bernadette se dirigió nuevamente a la gruta y pidió por cuatro veces a la Mujer de la visión quien fuese. La respuesta fue, en el dialecto local: “Que soy era Immaculada Concepciou” (“Yo soy la Inmaculada Concepción”). Siguieron luego las últimas apariciones, del 7 de abril y del 16 de julio de 1858.

La joven Soubirous fue la única testigo de aquello que le iba sucediendo y el testimonio de ello lo ofreció en condiciones humanas muy difíciles. En efecto Bernadette, sin instrucción, perteneciente a una familia que no gozaba de ninguna credibilidad y estima, de salud muy precaria, tuvo que sufrir una larga serie de interrogatorios por parte de las autoridades civiles y militares que en todo modo posible buscaban hacerla caer en contradicciones, para apoyar el sospecho de una presunta enfermedad de origen psíquica. Finalmente, en 1862, el Obispo de Tarbes, al final de una diligente investigación, firma una Carta pastoral que consagra Lourdes como Santuario mariano internacional.

La tarde del 7 de julio de 1866, Bernadette entró en la Casa Madre de las Hermanas de la Caridad en Nevers, para huir de la curiosidad morbosa de tantas personas, con la esperanza de vivir en el ocultamiento y poder ayudar en el servicio a los pobres y a los enfermos. Después de los primeros años en que se reveló una excelente enfermera, sus condiciones de salud, cada vez más precarias por causa de patologías pulmonares, la obligaron a abandonar su encargo y a vivir su “inutilidad” en la oración.

Su confesor dio este testimonio: “Sufría de asma crónico, laceración del pecho y consecuente vómito de sangre y esto durante dos años, sufrió de neurisma, de gastralgia, tumor en una rodilla, y en los últimos dos años de su vida se vio martirizada por caries en los huesos, de modo que su pobre cuerpo se convirtió en el receptáculo de todos los dolores. Además, se formaron accesos en el oído que le causaron una sordera parcial, la cual desapareció solamente un tiempo antes de las muerte”.

Además de los sufrimientos físicos, Bernadette tuvo también sufrimientos espirituales debido al temor de haberse engañado respecto a las visiones y de no haber correspondido adecuadamente a la gracia de Dios. Bernadette murió a la edad de 35 años, el 16 de abril de 1879, miércoles de Pascua. Su cuerpo incorrupto reposa en la iglesia de Nevers. Beatificada en 1925, el Papa Pío XI la proclamó Santa el 8 de diciembre de 1933, Solemnidad de la Inmaculada Concepción.


Editado: por Edelweiss

lunes, 9 de febrero de 2009

SÓLO LA PRESENCIA DE DIOS PUEDE CURAR AL HOMBRE

Sólo la presencia de Dios puede curar al hombre, afirma el Papa

La acción de la Iglesia en este campo “muestra el rostro de Dios” .

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 8 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El Papa dedicó hoy su tradicional reflexión durante el rezo del Ángelus, con los peregrinos congregados en la Plaza de san Pedro, a reflexionar sobre la enfermedad, en línea con su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo miércoles.

A la luz del Evangelio del día, el Papa recordó que “la experiencia de la curación de los enfermos ha ocupado buena parte de la misión pública de Cristo y nos invita una vez más a reflexionar sobre el sentido y el valor de la enfermedad en toda situación en que pueda encontrarse el ser humano”.

Benedicto XVI quiso reflexionar sobre la realidad de la enfermedad, que “aunque forma parte de la existencia humana, nunca conseguimos habituarnos a ella”.

La razón, explicó no es que “a veces llegue a ser pesada y grave”, sino que “esencialmente estamos hechos para la vida, para la vida completa”.

“Nuestro instinto interior nos hace pensar en Dios como plenitud de vida, es más, como Vida eterna y perfecta. Cuando somos probados por el mal y nuestras oraciones parecen resultar vanas, surgen en nosotros la duda y, angustiados, nos preguntamos: ¿cuál es la voluntad de Dios?”.

A este profundo interrogante de la existencia humana quiso responder Jesús con un signo, las numerosas curaciones.

“Jesús no deja dudas: Dios – del que Él mismo ha revelado su rostro – es el Dios de la vida, que nos libra de todo mal”, afirmó.

En este sentido, las curaciones de Jesús “son signos: guían hacia el mensaje de Cristo, nos guían hacia Dios y nos dan a entender que la verdadera y más profunda enfermedad del hombre es la ausencia de Dios, de la fuente de la verdad y del amor”.

“Sólo la reconciliación con Dios puede darnos la verdadera curación, la verdadera vida, porque una vida sin amor y sin verdad no sería verdadera vida. El Reino de Dios es precisamente la presencia de verdad y de amor, y así es curación en lo profundo de nuestro ser”, añadió el Papa.

Acción de la Iglesia

Esta obra curativa de Jesús “se prolonga en la Iglesia”, explica el Papa, mediante los sacramentos y mediante la asistencia a los enfermos, que muestra “el rostro de amor de Dios”.

“¡Cuántos cristianos -sacerdotes, religiosos y laicos- han prestado y siguen prestando en todas partes del mundo sus manos, sus ojos y sus corazones a Cristo, verdadero médico de los cuerpos y de las almas!”, añadió el Papa.

El Papa pidió especialmente “por todos los enfermos, especialmente por los más graves, que no pueden de ninguna forma proveer a sí mismos, sino que dependen totalmente de los cuidados de otros”.

“Que cada uno de ellos pueda experimentar, en la solicitud de quienes están cerca, el poder del amor de Dios y la riqueza de su gracia que nos salva”, concluyó.

Por su parte, el Papa anunció que el miércoles, Jornada Mundial del Enfermo, tiene previsto encontrarse con los enfermos y los peregrinos que acudirán a la Basílica de San Pedro, y dio una especial bendición “a todos los enfermos, a los agentes sanitarios y a los voluntarios de todas partes del mundo”.

Editado por: Edelweiss

domingo, 8 de febrero de 2009

CERCANOS CON LOS QUE SUFREN


La caridad se abre, por su naturaleza, al servicio universal, proyectándose hacia la práctica de un amor activo y concreto en cada ser humano.

Este es un ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral.

El siglo y el milenio que comienzan tendrán que ver todavía, y es de desear que lo vean de modo palpable, a qué grado de entrega puede llegar la caridad hacia los más pobres.

Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir, sobre todo, en el rostro de aquellos con los que Él mismo ha querido identificarse: los que tienen hambre, los sedientos, los forasteros, los que están sin ropa, los enfermos, los recluidos en la cárcel.

¡Cuánto cuesta la fidelidad a Cristo, que nos dice que Él está presente en esos hermanos que sufren! A veces, costará más esa fidelidad que aquella que se encuentra en los libros doctrinales sobre Cristo.

Siguiendo el Evangelio, advertimos que en la persona de los pobres hay una presencia especial del Señor, que exige a la Iglesia una opción preferencial.

La caridad nos sigue urgiendo hoy, en nuestro mundo, cargado de las contradicciones de un crecimiento económico, cultural, tecnológico que ofrece a unos pocos afortunados grandes posibilidades, dejando a millones de seres, no sólo al margen del progreso, sino obligados a vivir en condiciones muy por debajo del mínimo requerido por la propia dignidad humana.

¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre, quien está condenado al analfabetismo, quien carece de la asistencia médica más elemental, quien no tiene dónde cobijarse?

El panorama de la pobreza puede entenderse si, a las antiguas, añadimos las nuevas pobrezas que afectan a menudo a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero sí expuestos a la desesperación del "sin sentido", a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social.

Estos son los campos bien conocidos por los cristianos de todos los tiempos y de todos los lugares, en que han florecido bellas flores de caridad, llegando, incluso, al martirio. Muchos cristianos de todos los tiempos se entregaron y se entregan, en cuerpo y alma, a tan hermosa tarea.

Es la hora de una nueva "imaginación" de la caridad, que promueva no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante sino como un compartir fraterno.

Qué bonito sería que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sintieran como "en su casa".

Sin esta forma de evangelización, llevada a cabo mediante la caridad y el testimonio de la pobreza cristiana, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la sociedad actual de la comunicación nos somete cada día. La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras.

(Santiago Martínez Arzobispo de Burgos)