Sólo Dios puede colmar la sed espiritual del hombre, advierte el Papa.
En su visita a una parroquia romana y en el Ángelus dominical en el Vaticano.
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 24 febrero 2008 .- Igual que existe una sed física de agua indispensable para vivir en la tierra, «existe también en el hombre una sed espiritual que sólo Dios puede colmar», advierte Benedicto XVI.
El Evangelio de este domingo, sobre el diálogo de Jesús con la samaritana en el pozo de Sicar, permitió al Papa mostrar el efecto de la palabra de Dios, aprovechando la visita que hizo a la parroquia romana de Santa María Liberadora en Monte Testaccio y el posterior rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
El centenario de la consagración de la actual iglesia -encomendada a los salesianos, recibió la visita de Pablo VI en 1966 y Juan Pablo II en 1979- fue el marco de la Eucaristía que presidió en ella Benedicto XVI, acogido calurosamente por una comunidad joven y vital.
«En el diálogo entre Jesús y la samaritana vemos trazado el itinerario espiritual de cada uno de nosotros», dijo el Papa en su homilía.
La sed espiritual que existe en el hombre, «que sólo Dios puede colmar», «se trasluce claramente» en aquel diálogo, en el que Jesús pide a la samaritana: «Dame de beber», una petición con la que «en realidad [Él] pone en marcha en su interlocutora un camino interior que hace brotar en ella el deseo de algo más profundo», desgranó el Santo Padre.
En efecto, en cierto momento «es la propia mujer la que le pide agua a Jesús --siguió--, manifestando que en toda persona existe una necesidad innata de Dios y de la salvación que sólo Él puede brindar».
Se trata de «una sed de infinito que sólo se puede saciar con el agua que Jesús ofrece, el agua viva del Espíritu», recalcó.
E igual que ocurrió con la samaritana, «Jesús quiere llevarnos a profesar nuestra fe en Él con fuerza, para que podamos nosotros después anunciar y testimoniar a nuestros hermanos la alegría del encuentro con Él y las maravillas que su amor realiza en nuestra existencia» --recordó el Santo Padre--, porque «la fe nace del encuentro con Jesús, reconocido y acogido» como el Salvador.
Momentos después, en el rezo del Ángelus, de regreso al Vaticano, el Papa exhortó a los fieles y peregrinos: «Abramos también nosotros el corazón a la escucha confiada de la palabra de Dios para encontrar, como la samaritana, a Jesús que nos revela su amor y nos dice: el Mesías, tu salvador, "soy yo, el que te está hablando"(Jn 4,26)».
Cuando Jesús manifiesta su sed, ésta «es una puerta de entrada al misterio de Dios», quien «tiene sed de nuestra fe y de nuestro amor», quien «como un padre bueno y misericordioso desea para nosotros todo el bien posible, y este bien es Él mismo», observó Benedicto XVI.
E indicó en la mujer de Samaría el ejemplo de «insatisfacción existencial de quien no ha encontrado lo que busca».
De hecho, antes de despedirse de la parroquia en Monte Testaccio, en un breve encuentro festivo con los fieles -en el salón de actos parroquial--, el Papa volvió, espontáneamente, al tema de la samaritana, «una representación del hombre moderno, de la vida moderna».
«Ha tenido cinco maridos; ahora vive con otro. Se ve que hace amplio uso de su libertad y sin embargo no es más libre, sino que está más vacía», constató.
Pero es «conmovedor --reconoció-- que en esta mujer, en el momento en que Cristo le habla, se ve en lo profundo de su corazón que hay un interrogante: ¿Existe Dios?».
E insistió en el salto evangelizador que sigue al encuentro con Cristo. «Dando la fe también nosotros crecemos en la fe --aclaró-- y podemos entender y vivir que esta fe es el agua que necesitamos para vivir».
Además hizo hincapié en que «a partir del encuentro con Cristo, nace la alegría»; por eso «la verdadera santidad es alegre».
Y admitió que le había impresionado, del saludo que le dirigió el párroco don Manfredo Leone -en el inicio de la Eucaristía--, su afirmación: «Tenemos más futuro que pasado». «Esto es la verdad de nuestra Iglesia, que siempre tiene más futuro que pasado, y por eso con valor seguimos adelante», afirmó el Papa.
Una misión parroquial es el proyecto inmediato de Santa María Liberadora para reevangelizar el Testaccio, pero también, como dijo su párroco a Benedicto XVI, «seguir haciendo de la parroquia una familia de familias».
En el horizonte de la comunidad siempre está «el anuncio de que Jesús es el Señor», prestando «especial atención a las familias y a los jóvenes, en fidelidad al carisma de san Juan Bosco». «Gran ayuda para ello -admitió don Manfredo Leone- es la carta del Papa sobre la educación», difundida ampliamente este último mes.
De hecho, el sábado, en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI hizo entrega de esta «Carta sobre la tarea urgente de la educación» a la diócesis de Roma, representada en más de cincuenta mil fieles.
Por Marta Lago
En su visita a una parroquia romana y en el Ángelus dominical en el Vaticano.
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 24 febrero 2008 .- Igual que existe una sed física de agua indispensable para vivir en la tierra, «existe también en el hombre una sed espiritual que sólo Dios puede colmar», advierte Benedicto XVI.
El Evangelio de este domingo, sobre el diálogo de Jesús con la samaritana en el pozo de Sicar, permitió al Papa mostrar el efecto de la palabra de Dios, aprovechando la visita que hizo a la parroquia romana de Santa María Liberadora en Monte Testaccio y el posterior rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
El centenario de la consagración de la actual iglesia -encomendada a los salesianos, recibió la visita de Pablo VI en 1966 y Juan Pablo II en 1979- fue el marco de la Eucaristía que presidió en ella Benedicto XVI, acogido calurosamente por una comunidad joven y vital.
«En el diálogo entre Jesús y la samaritana vemos trazado el itinerario espiritual de cada uno de nosotros», dijo el Papa en su homilía.
La sed espiritual que existe en el hombre, «que sólo Dios puede colmar», «se trasluce claramente» en aquel diálogo, en el que Jesús pide a la samaritana: «Dame de beber», una petición con la que «en realidad [Él] pone en marcha en su interlocutora un camino interior que hace brotar en ella el deseo de algo más profundo», desgranó el Santo Padre.
En efecto, en cierto momento «es la propia mujer la que le pide agua a Jesús --siguió--, manifestando que en toda persona existe una necesidad innata de Dios y de la salvación que sólo Él puede brindar».
Se trata de «una sed de infinito que sólo se puede saciar con el agua que Jesús ofrece, el agua viva del Espíritu», recalcó.
E igual que ocurrió con la samaritana, «Jesús quiere llevarnos a profesar nuestra fe en Él con fuerza, para que podamos nosotros después anunciar y testimoniar a nuestros hermanos la alegría del encuentro con Él y las maravillas que su amor realiza en nuestra existencia» --recordó el Santo Padre--, porque «la fe nace del encuentro con Jesús, reconocido y acogido» como el Salvador.
Momentos después, en el rezo del Ángelus, de regreso al Vaticano, el Papa exhortó a los fieles y peregrinos: «Abramos también nosotros el corazón a la escucha confiada de la palabra de Dios para encontrar, como la samaritana, a Jesús que nos revela su amor y nos dice: el Mesías, tu salvador, "soy yo, el que te está hablando"(Jn 4,26)».
Cuando Jesús manifiesta su sed, ésta «es una puerta de entrada al misterio de Dios», quien «tiene sed de nuestra fe y de nuestro amor», quien «como un padre bueno y misericordioso desea para nosotros todo el bien posible, y este bien es Él mismo», observó Benedicto XVI.
E indicó en la mujer de Samaría el ejemplo de «insatisfacción existencial de quien no ha encontrado lo que busca».
De hecho, antes de despedirse de la parroquia en Monte Testaccio, en un breve encuentro festivo con los fieles -en el salón de actos parroquial--, el Papa volvió, espontáneamente, al tema de la samaritana, «una representación del hombre moderno, de la vida moderna».
«Ha tenido cinco maridos; ahora vive con otro. Se ve que hace amplio uso de su libertad y sin embargo no es más libre, sino que está más vacía», constató.
Pero es «conmovedor --reconoció-- que en esta mujer, en el momento en que Cristo le habla, se ve en lo profundo de su corazón que hay un interrogante: ¿Existe Dios?».
E insistió en el salto evangelizador que sigue al encuentro con Cristo. «Dando la fe también nosotros crecemos en la fe --aclaró-- y podemos entender y vivir que esta fe es el agua que necesitamos para vivir».
Además hizo hincapié en que «a partir del encuentro con Cristo, nace la alegría»; por eso «la verdadera santidad es alegre».
Y admitió que le había impresionado, del saludo que le dirigió el párroco don Manfredo Leone -en el inicio de la Eucaristía--, su afirmación: «Tenemos más futuro que pasado». «Esto es la verdad de nuestra Iglesia, que siempre tiene más futuro que pasado, y por eso con valor seguimos adelante», afirmó el Papa.
Una misión parroquial es el proyecto inmediato de Santa María Liberadora para reevangelizar el Testaccio, pero también, como dijo su párroco a Benedicto XVI, «seguir haciendo de la parroquia una familia de familias».
En el horizonte de la comunidad siempre está «el anuncio de que Jesús es el Señor», prestando «especial atención a las familias y a los jóvenes, en fidelidad al carisma de san Juan Bosco». «Gran ayuda para ello -admitió don Manfredo Leone- es la carta del Papa sobre la educación», difundida ampliamente este último mes.
De hecho, el sábado, en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI hizo entrega de esta «Carta sobre la tarea urgente de la educación» a la diócesis de Roma, representada en más de cincuenta mil fieles.
Por Marta Lago