domingo, 7 de junio de 2009

ESCUCHAR A DIOS EN LA VIDA CONTEMPLATIVA, Carta con motivo del Día Pro Orantibus


Con el favor de Dios, la vida contemplativa claustral está viviendo, un espléndido momento de gracia.
Son muchas las comunidades que el Señor nos ha regalado y que se esfuerzan en vivir fieles a su vocación contemplativa, siguen con dedicación y asiduidad los programas de formación adecuados a su forma de vida, se cuida la atención espiritual, llegan vocaciones, las comunidades reciben nueva vitalidad, se fundan comunidades en otros países con monjas provenientes de los conventos de nuestra archidiócesis...
Las "monjas de clausura" son apreciadas por los fieles, que se acercan a los conventos en busca de consejo espiritual, participan en la vida de oración y de la liturgia y suplican la mediación de las monjas ante Dios.
Por su parte, las contemplativas conocen la vida de la archidiócesis, se unen, desde su peculiar forma de vida. a los planes pastorales, con la oración, con su apoyo espiritual y realizando, en su propio ámbito, aquello que sea compatible con la vida de clausura.
Es algo que a todos nos pertenece
Tenemos que agradecer al Señor esta bendición, tan especial, que ha concedido a nuestra archidiócesis con las comunidades de vida contemplativa. También, reconocer a nuestras hermanas contemplativas, el ejemplo de su vida callada, silenciosa y ejemplar. Su entrega sacrificada a la oración, al trabajo de cada día, a la vida fraterna, al deseo de santidad.
No cabe la menor duda que la vida contemplativa es regalo de Dios y así debemos recibirlo. Pero también entre todos tenemos que ayudar a estas hermanas nuestras que tanto hacen por la Iglesia, por el mundo y por cada uno de nosotros. Su oración nos acompaña, su vida escondida es lámpara luminosa que nos ayuda a ver el rostro de Dios en medio de los afanes de cada día.
También nos corresponde a cada uno de nosotros el pedir al Señor por ellas, por la llegada de nuevas vocaciones, por su misma vida fraterna. Sin olvidar el apoyo al fruto de su trabajo, con el que se ganan el sustento de cada día.
La palabra de Dios se oye en el silencio
Para encontrar a Dios, la persona consagrada abre el libro de las Escrituras y allí contempla las huellas que ha dejado la presencia de Dios, las marcas escritas de su Palabra. Esa Palabra se mete en los oídos y en el alma, produciendo una relación íntima en la que Dios se comunica con el hombre y el hombre responde en una actitud de fe a la Palabra de su Señor.
Una comunidad contemplativa claustral es siempre una voz elocuente que, en su clausura y en el silencio, nos habla de Dios. La Palabra, oída y meditada, es voz del Espíritu que llama a las puertas del alma para que estén permanentemente abiertas al misterio de Dios.
La Palabra de Dios abre los ojos para contemplar la realidad de cada día, para que pueda ser vista como el Señor la ve y la quiere. Solo Él es la luz que alumbra a quien llega a este mundo.
La atención a la Palabra de Dios llena el alma con el gozo del Espíritu. Y esa maravillosa acción va calando en el alma y produciendo, en la hondura, el fruto de la admiración, que es como sentir y dejarse cautivar por el bien. Como un embeleso en el que se rompen todas barreras que pudieran impedir gozar con la presencia del Omnipotente.
En la Sagrada Escritura se narra el itinerario del hombre hacia Dios. Viviendo en el mundo y separado del mundo. Sujeto a la tentación y a la soledad. Con deseo ardiente de la tierra prometida. Es el éxodo permanente de quien ansía morar en el gozo de su Señor.
La persona consagrada, escudriña apasionadamente la Palabra. En ella encuentra luz y fortaleza, sabiduría y quietud espiritual, razón de su vida y aspiración constante hacia un amor cada vez más encendido.
Este sentido de intimidad, no significa aislamiento, ni apropiación individualista de la Palabra. El cristiano escucha la Palabra, pero como miembro del cuerpo que es la Iglesia. Cada uno la recibe, pero para utilidad común. La asamblea del Sínodo de los Obispos, se ha ocupado de la palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia. Nuestras hermanas contemplativas, nos ayudan a comprender y a vivir este importante momento de la iglesia, que trata de acercarse a Dios y seguir fielmente su Palabra.
Con mi bendición

+Carlos, Cardenal Amigo vallejo
Arzobispo de Sevilla


Edita: Edelweiss