«Effetah» es el nombre que lleva en Tánger una escuela de educación especial para niños sordomudos. «Effetah» fue la palabra que Jesús pronunció antes de que al sordo “se le abriesen los oídos y se le soltase la traba de la lengua”. Y ése es el nombre que lleva en la celebración del bautismo cristiano un rito que recuerda y actualiza lo que Jesús hizo cuando curó a aquel sordo tartamudo; aquel día, el celebrante, tocando con el dedo pulgar tus oídos y tu boca, dijo: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre”. «Effetah» es palabra clave en la liturgia de este domingo; palabra que el Señor pronuncia hoy para todos, y que tiene para cada uno de nosotros una resonancia personal.
Intuyes que ésa, ¡«Effetah»!, fue la palabra que dijo el Señor cuando el mar se abrió para el paso de los esclavos hacia la libertad. Tu voz, o Dios, resonó en el desierto: ¡«Effetah»!, para que el cielo diese su pan y la roca diese su agua. ¡«Effetah»!, dijiste, y abriste como un cuchillo las aguas del Jordán, que se hicieron puerta por la que entraron tus hijos a la tierra de tus promesas.
¡«Effetah»!, dijo Dios, y se abrieron los cielos sobre el bautismo de Jesús y sobre la humildad de tu bautismo; y se abrió el paraíso sobre la cruz de Jesús, y el paraíso quedó a merced de los ladrones; y se abrieron los sepulcros, y a la muerte se le huyeron los vencidos.
No digas ya: “Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán”, porque la palabra se ha cumplido, la profecía ya es evangelio, la promesa se ha hecho realidad, y ahora, con Cristo el Señor, en comunión con Cristo resucitado, tú que estabas muerto, ves y oyes y entras con él por las puertas abiertas de Dios.
“Alaba, alma mía, al Señor”.
Intuyes que ésa, ¡«Effetah»!, fue la palabra que dijo el Señor cuando el mar se abrió para el paso de los esclavos hacia la libertad. Tu voz, o Dios, resonó en el desierto: ¡«Effetah»!, para que el cielo diese su pan y la roca diese su agua. ¡«Effetah»!, dijiste, y abriste como un cuchillo las aguas del Jordán, que se hicieron puerta por la que entraron tus hijos a la tierra de tus promesas.
¡«Effetah»!, dijo Dios, y se abrieron los cielos sobre el bautismo de Jesús y sobre la humildad de tu bautismo; y se abrió el paraíso sobre la cruz de Jesús, y el paraíso quedó a merced de los ladrones; y se abrieron los sepulcros, y a la muerte se le huyeron los vencidos.
No digas ya: “Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán”, porque la palabra se ha cumplido, la profecía ya es evangelio, la promesa se ha hecho realidad, y ahora, con Cristo el Señor, en comunión con Cristo resucitado, tú que estabas muerto, ves y oyes y entras con él por las puertas abiertas de Dios.
“Alaba, alma mía, al Señor”.
+ Fr. Santiago Agrelo Martínez
Arzobispo de Tánger
Edita: Edelweiss