Uno de los santos que más ha venerado la Navidad, ha sido sin duda San Francisco de Asís. El decía: “Desde el momento en que Cristo nació empezamos a ser salvados”.
La devoción de San Francisco por la fiesta de la Natividad de Cristo le venía, pues, ya desde los comienzos de su conversión, y era tan grande que solía decir: "Si pudiera hablar con el emperador Federico II, le suplicaría que firmase un decreto obligando a todas las autoridades de las ciudades y a los señores de los castillos y villas a hacer que en Navidad todos sus súbditos echaran trigo y otras semillas por los caminos, para que, en un día tan especial, todas las aves tuvieran algo que comer. Y también pediría, por respeto al Hijo de Dios, reclinado por su Madre en un pesebre, entre el asno y el buey, que se obligaran esa noche a dar abundante pienso a nuestros hermanos bueyes y asnos. Por último, rogaría que todos los pobres fuesen saciados por los ricos esa noche".
Una ocasión que el 25 de diciembre cayó en viernes, los hermanos, en su ignorancia, se preguntaban si había que ayunar o no. Entonces fray Morico, uno de los primeros compañeros, se lo planteó a San Francisco y obtuvo esta respuesta: "Cometes un pecado llamando 'día de Venus' (eso significa la palabra viernes) al día en que nos ha nacido el Niño. Ese día hasta las paredes deberían comer carne; y, si no pueden, habría que untarlas por fuera con ella". Su devoción era mayor que por las demás fiestas pues decía que, si bien la salvación la realizó el Señor en otras solemnidades –Semana Santa/Pascua–, ésta ya empezó con su nacimiento.
Sin embargo, lo más conocido de san Francisco con relación al nacimiento del Redentor fue la celebración de la nochebuena que escenificó en una cueva del monte, cerca del castillo de Greccio. Ya que en todo quería seguir las huellas de Cristo, de la manera más concreta posible, al encontrar una gruta cerca de la navidad, sintió un gran deseo de celebrar ahí la misa de Noche Buena, con los elementos que la tradición dice que estuvieron presentes en esa gloriosa noche. Y en la gruta armaron el pesebre, con el asno y el buey.
Mucha gente de los alrededores se dio cita con cirios y antorchas. Cuando Francisco proclama el Evangelio, y menciona al Niño Jesús… se relame los labios de la dulzura que esto le ocasiona. Una persona tuvo una visión, contempló que en el pesebre estaba un niño dormidito… y al acercarse Francisco, despertó lleno de alegría. Y no carece de sentido esta visión, puesto que el niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados.
Para San Francisco la Navidad también se actualizaba en cada Eucaristía, ya que ahí se hace presente en la hostia consagrada el Hijo de Dios hecho hombre. No esperemos hasta diciembre para celebrar la navidad. Celebrémosla en cada oportunidad que tengamos de asistir a Misa.
La devoción de San Francisco por la fiesta de la Natividad de Cristo le venía, pues, ya desde los comienzos de su conversión, y era tan grande que solía decir: "Si pudiera hablar con el emperador Federico II, le suplicaría que firmase un decreto obligando a todas las autoridades de las ciudades y a los señores de los castillos y villas a hacer que en Navidad todos sus súbditos echaran trigo y otras semillas por los caminos, para que, en un día tan especial, todas las aves tuvieran algo que comer. Y también pediría, por respeto al Hijo de Dios, reclinado por su Madre en un pesebre, entre el asno y el buey, que se obligaran esa noche a dar abundante pienso a nuestros hermanos bueyes y asnos. Por último, rogaría que todos los pobres fuesen saciados por los ricos esa noche".
Una ocasión que el 25 de diciembre cayó en viernes, los hermanos, en su ignorancia, se preguntaban si había que ayunar o no. Entonces fray Morico, uno de los primeros compañeros, se lo planteó a San Francisco y obtuvo esta respuesta: "Cometes un pecado llamando 'día de Venus' (eso significa la palabra viernes) al día en que nos ha nacido el Niño. Ese día hasta las paredes deberían comer carne; y, si no pueden, habría que untarlas por fuera con ella". Su devoción era mayor que por las demás fiestas pues decía que, si bien la salvación la realizó el Señor en otras solemnidades –Semana Santa/Pascua–, ésta ya empezó con su nacimiento.
Sin embargo, lo más conocido de san Francisco con relación al nacimiento del Redentor fue la celebración de la nochebuena que escenificó en una cueva del monte, cerca del castillo de Greccio. Ya que en todo quería seguir las huellas de Cristo, de la manera más concreta posible, al encontrar una gruta cerca de la navidad, sintió un gran deseo de celebrar ahí la misa de Noche Buena, con los elementos que la tradición dice que estuvieron presentes en esa gloriosa noche. Y en la gruta armaron el pesebre, con el asno y el buey.
Mucha gente de los alrededores se dio cita con cirios y antorchas. Cuando Francisco proclama el Evangelio, y menciona al Niño Jesús… se relame los labios de la dulzura que esto le ocasiona. Una persona tuvo una visión, contempló que en el pesebre estaba un niño dormidito… y al acercarse Francisco, despertó lleno de alegría. Y no carece de sentido esta visión, puesto que el niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados.
Para San Francisco la Navidad también se actualizaba en cada Eucaristía, ya que ahí se hace presente en la hostia consagrada el Hijo de Dios hecho hombre. No esperemos hasta diciembre para celebrar la navidad. Celebrémosla en cada oportunidad que tengamos de asistir a Misa.