Jesús nos enseña un camino privilegiado para la evangelización: el servicio. Se acercó hasta casa de Pedro y, donde existía la enfermedad, con su cercanía y con su mano lo convirtió en salud. No hay verdadera evangelización sin servicio hacia los demás. ¿Cómo es tu servicio? ¿Grande o pequeño? ¿Por minutos o sin horario? Dime cuánto sirves, como sirves y desde dónde sirves y te diré si tu evangelización es auténtica o tal vez demasiado acomodada.
Preocupados por nuestro bienestar (tal vez hemos vivido por encima de nuestras posibilidades), colapsados por la crisis tan aguda que estamos padeciendo (fruto también de la falta de ética y de moral cristianas) podemos caer en el riesgo de despreocuparnos por los demás. De decir aquello de “sálvese quien pueda”. Como cristianos, cuando nuestra sociedad está haciendo aguas en tantos aspectos, estamos llamados a pregonar que, la salvación, está en Dios, a salir al encuentro de aquel que se halla en horas bajas, al paso de aquellas personas a las que hemos de servir con una simple sonrisa, un rostro afable y unas manos abiertas símbolo de nuestra unión con Dios, de la grandeza que llevamos dentro y de nuestro gran amor al Evangelio.
No lo tenemos fácil. El intento de silenciar a Dios arrinconándolo en la sacristía, la bravura del laicismo, la moda del ateismo, la blasfemia del hombre en pensar que es dueño absoluto de todo, lo racional contrapuesto a la fe o a quiebra de nuestra arquitectura moral occidental…..se convierten, entre otros muchas, en dificultades añadidas a nuestro apostolado. Que nuestro coraje, tenacidad, entusiasmo, esperanza, alegría, valentía y libertad sean el antídoto mejor para situarnos frente a ellas.
Preocupados por nuestro bienestar (tal vez hemos vivido por encima de nuestras posibilidades), colapsados por la crisis tan aguda que estamos padeciendo (fruto también de la falta de ética y de moral cristianas) podemos caer en el riesgo de despreocuparnos por los demás. De decir aquello de “sálvese quien pueda”. Como cristianos, cuando nuestra sociedad está haciendo aguas en tantos aspectos, estamos llamados a pregonar que, la salvación, está en Dios, a salir al encuentro de aquel que se halla en horas bajas, al paso de aquellas personas a las que hemos de servir con una simple sonrisa, un rostro afable y unas manos abiertas símbolo de nuestra unión con Dios, de la grandeza que llevamos dentro y de nuestro gran amor al Evangelio.
No lo tenemos fácil. El intento de silenciar a Dios arrinconándolo en la sacristía, la bravura del laicismo, la moda del ateismo, la blasfemia del hombre en pensar que es dueño absoluto de todo, lo racional contrapuesto a la fe o a quiebra de nuestra arquitectura moral occidental…..se convierten, entre otros muchas, en dificultades añadidas a nuestro apostolado. Que nuestro coraje, tenacidad, entusiasmo, esperanza, alegría, valentía y libertad sean el antídoto mejor para situarnos frente a ellas.
Edita: Edelweiss