domingo, 1 de febrero de 2009

HOLOCAUSTO DE LA VIDA CONSAGRADA



Ciertamente, la vida consagrada es un holocausto, porque es "una respuesta de amor TOTAL a Dios y a los hermanos" (VC 33). Y debe contener y expresar la característica de la totalidad" (VC 65). "Dios pide un compromiso TOTAL, que comporta el abandono de todas las cosas para vivir en intimidad con El y seguirlo a donde vaya" (VC 18). "La persona consagrada debe responder con la entrega incondicional de su vida, consagrando TODO, presente y futuro, en sus manos. Precisamente por esto, siguiendo a Santo Tomás, se puede comprender la identidad de la persona consagrada a partir de la totalidad de la entrega, equiparable a un auténtico holocausto" (VC 17).

Dios quiere que nuestra vida sea un holocausto de amor, una ofrenda de amor total. Esto significa que debemos aspirar constantemente a la santidad ( VC 93). Un consagrado que no quiera ser santo, que no sea aspirante a santo, está fuera de lugar. "Aspirar a la santidad es en síntesis el programa de toda vida consagrada... Un programa que debe empezar, dejándolo todo por Cristo" (VC 93).

La consagrada "cuanto más se deja conformar a Cristo, más lo hace presente y operante en el mundo para la salvación de los hombres" (VC 72). Se puede decir que está en estado de misión permanente, pues al hacer "de Cristo el TODO de su existencia, se dedica totalmente a la misión.., se hace misión, como lo ha sido la vida entera de Jesús" (VC 72).

Las almas consagradas le entregan TODO a Dios por los votos. Le entregan su voluntad, su inteligencia, bienes, deseos, amores humanos...

En los momentos difíciles –que los hay-, debemos preguntarnos aquello que San bernardo le preguntó a un novicio y se preguntaba a sí mismo: ...”Si religios@ te hiciste ¿Dónde está la santidad? Dime con sinceridad, pues religios@ te hiciste. Religios@, ¿A qué viniste? Viniste a ser sant@ ¿No? Si viniste ¿Por qué no? Y si no, ¿por qué viniste? Por eso, es tan importante discernir las verdaderas vocaciones y animarlas a todas para que sean aspirantes a la santidad.

Con Jesús
todo es posible y podemos decir "Todo lo puedo en Aquél (Cristo) que me fortalece" (Fil 4,13). Con Jesús la victoria está asegurada.