San Francisco, «el hombre enamorado de Cristo» , vivía según la regla del santo Evangelio imitando a Jesús, hijo de María, le recomienda a sus hermanos que guarden la iglesia Santa María de los Ángeles llamada también "la Porciúncula", como casa-madre de la Orden. Todos los días, los religiosos sienten el deber urgente de rezar el Rosario. Y San Francisco invocaba a María como la protectora de la orden franciscana, con esta oración: ¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, virgen convertida en templo, y elegida por el santísimo Padre del cielo, consagrada por El con su santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo Paráclito; que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia y todo bien! ¡Salve, palacio de Dios! Salve, tabernáculo de Dios! ¡Salve, casa de Dios! ¡Salve, vestidura de Dios! ¡Salve, esclava de Dios! ¡Salve, Madre de Dios! ¡Salve también todas vosotras, santas virtudes, que, por la gracia e iluminación del Espíritu Santo sois infundidas en los corazones de los fieles para hacerlos, de infieles, fieles a Dios!
Blogs sobre la espiritualidad y la vida de las hermanas clarisas del Convento de Santa Clara de Zafra. Aquí encontrará testimonios de fe y de seguimiento del Evangelio.
jueves, 5 de febrero de 2009
SALUDO A LA VIRGEN MARÍA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
San Francisco, «el hombre enamorado de Cristo» , vivía según la regla del santo Evangelio imitando a Jesús, hijo de María, le recomienda a sus hermanos que guarden la iglesia Santa María de los Ángeles llamada también "la Porciúncula", como casa-madre de la Orden. Todos los días, los religiosos sienten el deber urgente de rezar el Rosario. Y San Francisco invocaba a María como la protectora de la orden franciscana, con esta oración: ¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, virgen convertida en templo, y elegida por el santísimo Padre del cielo, consagrada por El con su santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo Paráclito; que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia y todo bien! ¡Salve, palacio de Dios! Salve, tabernáculo de Dios! ¡Salve, casa de Dios! ¡Salve, vestidura de Dios! ¡Salve, esclava de Dios! ¡Salve, Madre de Dios! ¡Salve también todas vosotras, santas virtudes, que, por la gracia e iluminación del Espíritu Santo sois infundidas en los corazones de los fieles para hacerlos, de infieles, fieles a Dios!