miércoles, 25 de marzo de 2009

CARTA DEL MINISTRO PROVINCIAL DE LA BÉTICA



En el nombre del Señor: Paz y Bien.

La Orden Franciscana está de fiesta: cumple años, está cumpliendo siglos. Y nos alegramos porque 800 años de existencia es un motivo más que justificado para la celebración y el agradecimiento. No sólo los frailes franciscanos, sino todos cuantos siguen las huellas de Francisco, vinculados de un modo u otro a su espiritualidad y familia, estamos contentos y llenos de gratitud por estos VIII siglos de vida, desde aquella primera inspiración del Dios Altísimo al Pobre de Asís, y admiramos toda la travesía que parte de aquel lejano año de1209 hasta el día de hoy.

El Ministro general de la Orden y todos los franciscanos hemos llamado a este centenario La gracia de los orígenes, por entender que estamos ante una celebración tan rica, original y antigua que nos exige un viaje a los orígenes, en donde recrear y agradecer la llama que Dios hizo prender en el corazón de Francisco, y recordar con gozo a tantos hermanos y hermanas que han vivido el camino cristiano a la luz de su inspiración evangélica.

La gracia de los orígenes se ha convertido, pues, en el mensaje troncal que ha conducido todos nuestros pasos en los tres años de preparación hacia este 2009, y nos abre a este tiempo de gozosa celebración. En realidad, lo que celebramos es la vocación de Francisco, la inspiración que el Espíritu depositó en su corazón y cómo, con simplicidad y humildad, la acogió para mostrarla a todos los hombres sin condición, en fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. Celebramos el momento crucial de su vida, en donde animado por la fuerza del Espíritu, junto con los primeros doce compañeros, se encaminó a Roma a ver al Papa para que les aprobara y confirmara su modo de vida, su forma de vida evangélica -una nueva Regla- pero con el sello distintivo de vivirla a los pies de la Santa Iglesia romana. Él mismo nos lo relata en su Testamento: "Y después que el Señor me dio hermanos, el mismo Altísimo me reveló que debía vivir según el santo Evangelio. Y yo lo hice escribir en pocas y sencillas palabras y el señor papa me lo confirmó" (Test 14‑15).

El Ministro general de la Orden, Fr. José Rodríguez Carballo, nos indica que la celebración del Centenario nos ofrece la oportunidad de recordar con gratitud nuestro pasado, vivir con pasión el presente y abrirnos con confianza al futuro Así, en los inicios del tercer milenio, los franciscanos queremos reafirmar nuestra firme voluntad de permanecer fieles a nuestro propio carisma, "viviendo en la Iglesia el Evangelio según la forma observada y propuesta por San Francisco" (Constituciones generales 1 §1).

Mirando a nuestro presente, el mismo Ministro general y Sucesor de San Francisco, nos anima a vivir con lucidez y eficacia. Creemos que es hora de discernimiento; hora de amar y testimoniar; hora de preguntas y propuestas; hora de la libertad y de la gratuidad. Creemos que es la hora de la comunión y de la fraternidad; la hora de la colaboración y de la reestructuración; la hora de integraciones y fusiones; la hora de la consolidación.

Francisco, nuestro padre y hermano, “forma minorum”, quiere seguir vivo entre nosotros. Él velará por cada uno de cuantos hemos abrazado su forma de vida evangélica y queremos seguir tras su pasos.

Por todos estos motivos, los franciscanos de la Provincia Bética invitamos a la Eucaristía de Acción de Gracias, que tendrá lugar, D. m., el día 9 de mayo de 2009, en la S.I. Catedral de Sevilla, presidida por el Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal de Sevilla, Fray Carlos Amigo Vallejo, O.F.M.

Fr. Joaquín Domínguez Serna O.F.M
Ministro provincial

En Sevilla, a 18 de marzo de 2009

Edita: Edelweiss

El "SI" DE MARÍA, UN GRAN DÍA PARA LA HUMANIDAD



El Misterio de amor y de misericordia, prometido al hombre miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.

La noche se alejó y la suave luz del amanecer empezó a iluminar un nuevo día. Un nuevo día que parecía como uno más pero que sería el DÍA de todos los días. El gran día para la Humanidad.

Fresca la mañana, limpia la brisa en ese día de días. Día de primavera, 25 de marzo. No hubo trompetas, no hubo cañonazos, no hubo concentración de millares de personas como en los grandes eventos. Fue discretamente, sencilla y naturalmente como suelen ser todas las cosas grandes de Dios.

Una virgen en oración. Un lugar: Nazaret, ciudad de Palestina y el arcángel Gabriel como embajador de Dios. Un saludo: - ¡Dios te salve María, llena eres de gracia! Y con este saludo, una petición de colaboración.

El Misterio de amor y de misericordia, prometido al género humano miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.

Creo yo que todo quedó en suspenso. La naturaleza, el aire, el universo en pleno tuvieron que contener su aliento vital en la espera de oír la respuesta de María. Los labios de la virgen se movieron, primero para aclarar una duda, pero una vez que esta fue disipada, volvió a hablar para dar su consentimiento a esa misión celestial.

María, la llena de gracia, aceptaba humildemente el Gran Designio para el que se le pedía su cooperación, sin envanecimiento porque sabía que la realeza y la gloria de su gracia pertenecían a Dios, venía de Dios.

Y María dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según Tu Palabra".

Necesariamente tuvo que haber habido un estremecimiento en todo el orbe. Los cielos y la tierra, la creación entera tuvo que conmoverse en ese grandioso momento. Y en ese instante, de allá del Seno del Padre, el Espíritu Santo descendió y cubrió a la siempre virgen, a la llena de gracia, con su sombra y el Verbo de Dios quedó para siempre unido a la raza humana.

El Hijo de Dios, el Hijo de María daba comienzo a su vida de hombre, sin dejar de ser Dios, en el seno de esta mujer escogida por el Altísimo para cooperar, para cocrear con Dios con su libre consentimiento y ser desde el instante de este ¡Fiat!, corredentora de la Humanidad.

Después ... después pasaron muchas cosas. Todas las que estaban escritas, pero los cristianos no podemos, no debemos olvidar ese día, ese momento y mucho menos a la siempre virgen, a la llena de gracia, a María la Madre de Dios y Madre nuestra.

Por eso el Papa Juan Pablo II tenía una muy especial devoción al "Ángelus", esa oración que se dice al comenzar el día, al tiempo del mediodía y cuando el día está en el ocaso:

"El ángel del Señor anunció a María"- "Y concibió por gracia del Espíritu Santo"- Y se reza un Ave María.

"He aquí la esclava del Señor"- "Hágase en mí según Tu Palabra"- Otra Ave María.

"Y el Verbo se hizo carne" - "Y habitó entre nosotros" y se termina con un Ave María.

Sencilla oración. Diario recuerdo amoroso a nuestra Madre la Virgen María.

Cuando esta bella oración del Ángelus se extienda por todo el mundo, cuando esto suceda... nuestro mundo será mejor.



Edita: Edelweiss