sábado, 6 de junio de 2009

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


La revelación del misterio de la Santísima Trinidad nos ha dejado en herencia un abismo de misericordia: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que tenga vida eterna”. El día es de fiesta, y la comunidad cristiana empieza la celebración eucarística con un canto de alabanza: “Bendito sea Dios Padre, y su Hijo Unigénito, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros”. Luego confesará con el salmista: “Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor”.
En verdad dichosa tú, Iglesia santa, porque el Señor te amó, te creó, te entregó su palabra, su Hijo y su Espíritu.
Dichosa tú, que has visto a Dios vaciarse de sí mismo por ti, lo has visto hacerse hijo de la humanidad, para que tú fueses un pueblo de hijos de Dios.
Dichosa tú, que has visto a Dos vaciarse de su santidad y mancharse con tu lepra, para que tú fueses una nación santa.
Dichosa tú, que has visto a Dios vaciado de la vida, para que tú fueses una Iglesia de resucitados.
Dichosa tú, que has visto a Dios vaciado de Dios para servirte, lavarte, abrazarte, amarte.
Y porque a Dios lo has visto así, en carne viva de amor, tu canto de bendición sube hoy desde la tierra hasta el cielo, pues desde el cielo ha bajado a tu tierra la misericordia que todo lo llena.
Pero en este día de fiesta no celebramos sólo la misericordia que se nos ha revelado por el don del Hijo y del Espíritu; celebramos también la obra admirable que la misericordia de Dios ha realizado en nosotros, pues hemos recibido un Espíritu de hijos adoptivos y, por ese Espíritu, a Dios le decimos con verdad: ¡Abba! ¡Padre!; por ese Espíritu somos hijos de Dios en Cristo, y somos herederos de Dios y coherederos con Cristo.
Dichosa tú, Iglesia santificada, asamblea de los que han sido bautizados en la santidad de la Trinidad, para ser hijos de Dios Padre, hijos en el Hijo de Dios, hijos por el Espíritu de Dios.
Dichosa tú, pues la Trinidad Santísima es la fuente de tu ser, es misterio de amor en el que has entrado por gracia, y es también tu futuro, la plenitud de lo que esperas ser.
Contempla lo que has recibido, alégrate por lo que eres, asómbrate de lo que un día has de ser. Vive en la Eucaristía lo que confiesas en la fe. Por la fuerza del Espíritu de Dios y en comunión con el Hijo de Dios, haz resonar en el corazón de los fieles y en todo el universo la palabra más hermosa que de Dios podemos decir: ¡Abba! ¡Padre!
Terminada la Eucaristía, te espera la misión que has recibido de tu Señor. Recuerda que Dios es el futuro del hombre, de toda la creación, y que has de hacer posible el milagro de que todos conozcan el Amor de donde vienen, el Amor en el que viven, el Amor hacia el que van. Díselo a todos; díselo con tu amor a los pobres.
Feliz día de la Santísima Trinidad.
+ Fr. Santiago Agrelo Martínez
Arzobispo de Tanger


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viernes, 5 de junio de 2009

CAPITULO GENERAL OFM. ASÍS 2009



Fray José Rodríguez Carballo ha sido reelegido como Ministro General por otro sexenio.

Esta mañana, jueves 4 de Junio, Festividad de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, la asamblea de los 152 representantes de la Orden de los Frailes Menores, reunidas en S. María de los Ángeles en Asís, para el 187º Capítulo general, ha reelegido a Fr. José Rodríguez Carballo como guía para cerca de 15.000 religiosos franciscanos que viven en 113 naciones del mundo.

El rito de la elección ha sido presidido por el Delegado del Santo Padre, S. E. Card. José Saraiva Martins, el cual ha entregado al neo-electo el “sello de toda la Orden de los Frailes Menores”.

Fr. José Rodríguez Carballo tiene 56 años (11.08.1953), y es natural de España. Y, como franciscano, de la Provincia: Santiago de Compostela (España). Ministro General desde 2003, ha desarrollado los siguientes servicios: Definidor general y Secretario general para la Formación y los Estudios; Ministro de la Provincia de Santiago de Compostela (España); Presidente de la Unión de los Frailes Menores de Europa y Maestro de los religiosos en período de formación.

Currículo académico: después de haber obtenido la licenciatura en Teología Bíblica en Jerusalén y la licenciatura en Sagrada Escritura en Roma, ha enseñado estas disciplinas en el Seminario mayor de la ciudad española de Vigo y en la Facultad de Teología de Santiago de Compostela. Habla: español, italiano, portugués, francés e inglés.

Fr. José Rodríguez Carballo es el 119º sucesor de san Francisco. Guiará a los 15.000 religiosos de la Orden de los Frailes Menores hasta el 2015.

En los 800 años de la Fundación de la Orden, los Frailes Menores renuevan, junto a la pequeña iglesia de la Porciúncula (lugar donde ha tenido origen el movimiento franciscano) su compromiso misionero, preparados para encontrar a los “nuevos pobres” de hoy e incrementar su compromiso por la evangelización, el diálogo interreligioso e intercultural y la promoción de la paz.


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domingo, 31 de mayo de 2009

SABER ESCUCHAR

La vida cristiana es corriente relacionarla con la oración. Para ser buenos cristianos, en efecto, Jesús recordaba que es preciso orar perseverantemente y no desfallecer. Y nos parece bien, pues, ya sabemos que orar es hablar con Dios. Lo consideramos necesario para poder decir que somos cristianos y, sin embargo, les parece muchos una tarea –la oración– difícil si no imposible. "Yo le hablo a Dios, sí; pero ¿cómo sé que me atiende?, dicen algunos. Y otros: "yo rezo: le pido a Dios, le doy gracias..., pero no me responde; le pregunto pero nunca le escucho". Ese supuesto silencio de Dios ha llevado a algunos a pensar que la oración es inútil.
En la fiesta de la Visitación contemplamos a María en casa de Isabel, su prima. Ha decidido ponerse en camino rápidamente, nada más que saber –por Gabriel– que, a pesar de su avanzada edad, va a tener un hijo. María, la esclava del Señor, la que deseaba siempre y en todo cumplir la divina voluntad, decide ponerse en camino hacia Judea, a casa de su prima, en cuanto sabe que está para dar a luz. La esclava del Señor, la que desea hacer siempre según el deseo de Dios, vive para ello con el oído atento a su Creador. ¿Por qué va a María a visitar a Isabel?: porque Dios se lo pide; porque considera que su prima –en su ancianidad, como había dicho el Ángel– necesitaría ayuda y ella podía prestársela. Y esa tarea, con el viaje, el tiempo empleado y todo lo demás que incluye el largo desplazamiento, quedaba incluido en la voluntad de Dios para ella.
"Querer es poder", solemos decir. Y ser conscientes de lo que espera el Señor de mí, hoy y ahora, tiene bastante de estar verdaderamente interesados por amarle. Necesitamos vivir con una continua y positiva preocupación por agradar a Dios en todo. Entonces, de la mañana la noche y de la noche a la mañana, escucharemos la voz divina que nos sugiere: esto ahora, no después, ¡ya!, sin retrasos; el trabajo que está aburriendo, hasta terminar con él, sin abandonarlo anticipadamente; con los que me rodean, de buen humor, animándoles en sus cosas y olvidado de las mías; organizar la jornada para que nunca me falte el Pan nuestro de cada día, que muchos, con más graves obligaciones que yo, consiguen asistir a la Santa Misa diariamente; ¿hago lo que deseas, Señor, mientras voy al trabajo, al regresar a casa...?: ya camine o vaya en mi coche o en un medio público, ¿rezo por quienes me cruzo, por quienes me esperan, por lo que haré al llegar, porque no quiero dejar de amarte, Señor?
No sé si, en una primera valoración, tal vez pensemos que sentir la continua presencia de Dios en nuestra vida puede complicarnos excesivamente. Convendrá, sin embargo, que no dejemos a Dios de lado ni queramos consentir con un inconsciente despiste: "no me acordé de Dios en toda la mañana". No puede ser su presencia, en nuestra mente y nuestro corazón, como un objeto que incomoda cuando se tiene prisa: el típico paquete que nos piden trasportar –¿me ayudas?– cuando se nos hace tarde, ya llevamos otra cosa y está lloviendo: una complicación inoportuna. Seguro que no pensamos jamás así de Dios. Es posible, sin embargo, que, más de una vez, actuemos así con Él sin darnos cuenta.
Debemos persuadirnos de lo afortunados que somos al poder pensar que tenemos a Dios muy cerca. Muy cerca y con toda la fuerza de su divinidad. Así lo sentía María en todo momento. Lo manifiesta de modo expreso en casa de Isabel: aquella expansión de su espíritu sería, de algún modo, la conclusión de sus pensamientos durante el largo viaje desde Nazaret hasta la casa de su prima: Proclama mi alma las grandezas del Señor –contesta a Isabel–, y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador: porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo.
María entiende su propia grandeza, gracias al don de Dios y a su espíritu contemplativo. Corresponde al Creador queriendo entender, lo más perfectamente que es capaz, lo que espera de Ella. Así llega a saber, junto a la entrega que Dios le pide de todo su ser para ser la Madre del Verbo encarnado, el dolor que le aguarda: una espada te traspasará el alma, le anunciará Simeón. Pero María, Maestra de fe, dispuesta en su sencillez a toda luz de su Dios, entiende, sobre todo, que con toda razón, es la Bienaventurada, habiéndose fijado Dios en Ella –porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava– de un modo tan singular, y se siente inmensamente agradecida y feliz. Si tratamos más a esta Madre nuestra, nos enseñará a no tener miedo a la entrega ni al dolor, porque nada debemos temer de Dios, que también y de modo continuo derrama su misericordia sobre cada uno.
Edita: Edelweiss