viernes, 24 de julio de 2009

UNA LUZ EN LA NOCHE


Hoy, Señor, vengo con el alma en sombras, sombras que se llegan a convertir en oscuridad si nos falta la virtud de la Esperanza....
Cuando eso sucede hay noches en las que parece que el tiempo se ha detenido y jamás veremos el amanecer... en ellas oímos el palpitar de nuestro corazón y cada latido nos duele....
Noches de negrura espiritual en las que todo parece agrandarse, nuestra pena, nuestra angustia y nuestro malestar. Nos pesa la vida y en el silencio de esa noches nos parece que no hay pena como nuestra pena.

Pero...si hay un poco de esperanza en nuestro corazón, estamos salvados.

Sabemos de casos que esa gran "desesperanza" ha llegado a tal límite, a tal profundidad que no se ha encontrado otra solución que el buscar la "puerta falsa". Es el escape, el terminar con algo que pesa demasiado y el sentirse sumergido en las tinieblas de una noche "sin mañana"... sin esperanza. ¡Eso fue lo que les faltó a esas vidas: LA ESPERANZA.

La Esperanza es un mañana mejor, la Esperanza es la luz que puede romper las negras sombras cuando parece que todo está perdido.

Sin Esperanza no se puede vivir.

Cuando hay Esperanza a pesar de la desilusión y del dolor, siempre habrá otro camino que no sea el de la desesperación y el total aniquilamiento del verdadero yo. Es cierto que hay situaciones en la vida que son como la más oscura de las noches, noches en que las horas parecen no pasar... pero cuando hay fe, cuando sabemos que tenemos un Dios que sabe de nuestro sufrimiento, cuando nos sabemos amados por El, a pesar de que nuestro sentimiento de soledad sea inmenso, si nos dejamos arropar y abandonar en sus brazos y en los de nuestra Madre María Santísima, la Esperanza, de saber que Dios nos ama, llegará con su luz que sabe consolar.

Quien se siente amado no puede caer en la desesperación y Dios nos ama.

La ESPERANZA, es una virtud que tenemos que cultivar como la flor más delicada y valiosa. Tres son las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, cuyo objeto directo es Dios Sin ellas es muy difícil caminar por la vida y no podemos olvidar que la Esperanza siempre será la luz en nuestras noches cuando las penas y las dificultades las hagan muy oscuras.


Edita: Edelweiss

jueves, 23 de julio de 2009

EL TIEMPO Y LA ETERNIDAD



Todos los instantes de nuestra vida son aprovechables. Valoremos y amemos esos instantes presentes para vivirlos con intensidad.

El hecho de ser, de estar presentes en esta vida, de poder disponer de un tiempo que se nos da, trae consigo una responsabilidad de infinitas dimensiones que muchas veces no queremos o no sabemos aquilatar.
Estamos conscientes de que solo el presente, el momento presente nos pertenece. El pasado lo vivimos, si, pero se nos fue como agua entre las manos dejándonos tan solo la humedad perfumada de un grato recuerdo o de un triste llanto. Se nos fue como el viento que pasa y pasa para no regresar jamás. Los instantes, las horas, los años vividos se fueron y no volverán.
El futuro es tan incierto como el más grande de los misterios.

Indescifrable e impenetrable. No nos pertenece el mañana, ni siquiera el próximo minuto, que tan solo será nuestro si alcanzamos a vivirlo. ¿Y qué hacemos con nuestro tiempo? Ese, el del momento presente, el que Dios nos está regalando gota a gota, hora tras hora, día tras día... ¿Cómo empleamos nuestro tiempo? A veces dejamos transcurrir esas horas, horas que no volveremos a tener, sin hacer nada, con una dejadez tonta, con un desperdicio imperdonable y falto de cordura.
Pensemos frecuentemente en esto: el gran tesoro del tiempo lo tenemos en nuestras manos. Es el momento presente el que no se nos puede ir sin darle su valor y de muchos presentes hacemos nuestro pasado y también estamos haciendo un puente hacia ese futuro que está por llegar. Ese puente que nos va a conducir a la eternidad.

El valor a nuestro tiempo se lo damos nosotros. Si empleamos ese tiempo en crecer espiritualmente, en ser mejores, en ir limando las aristas de nuestro carácter y temperamento con las que lastimamos a los que nos rodean, ese tiempo será rico, lleno de paz y de alegría.

Será de un extraordinario valor si no lo usamos con la avaricia de vivirlo para nosotros solos, sin que generosamente se lo obsequiemos a los demás .Así ese tiempo jamás será un desperdicio y cuando nos hayamos ido siempre habrá alguien que nos recordará porque llevará en su vida el regalo de nuestro tiempo, el regalo de nuestra propia existencia.

Todos los instantes de nuestra vida son aprovechables.

No los malgastemos en críticas malsanas, en chismes, en arropar rencores, en maldecir con envidia la suerte de otros, en herir de obra o de palabra, en lastimar sentimientos o menospreciar al más débil.

Por el contrario, valoremos y amemos esos instantes presentes para vivirlos con intensidad, con profundidad, haciéndolos fecundos dándoles su justo valor enriquecidos por la fe y la confianza en Dios y repartiéndolos siempre entre nuestros semejantes.

Somos dueños de nuestro tiempo, por nuestra propia y libre voluntad, pero no olvidemos que daremos cuenta de él, cuando ese tiempo se termine y empiece la ETERNIDAD.

Edita: Edelweiss