jueves, 26 de febrero de 2009

LA LEY DEL ABORTO ESPAÑOLA IRÍA CONTRA LA LIBERTAD DE CONCIENCIA DE LOS MÉDICOS.



La asociación ANDOC afirma que la ley quiere hacer “pasar por el aro” a los objetores al aborto
La nueva ley de plazos del aborto que el Gobierno español quiere aprobar supone una medida de acoso contra los profesionales de la salud, y "responde únicamente a motivos ideológicos", asegura hoy en una nota la Asociación Nacional para la Defensa del Derecho a la Objeción de Conciencia (ANDOC).
ANDOC nació en Granada en 2001 para defender la objeción de conciencia de los farmacéuticos a quienes la Junta de Andalucía quería obligar a vender la píldora abortiva. Actualmente tiene como misión fundamental defender la objeción de conciencia del personal sanitario, y también en campos como la educación, la pena de muerte, etc.
En la nota, la asociación afirma que el proyecto de ley "pretende hacer pasar por el aro" a los profesionales sanitarios contrarios al aborto, abocándolos "al dilema de plegarse a una ideología o cargar con las consecuencias laborales o profesionales correspondientes".
"La situación actual de los médicos españoles no ofrece demasiada escapatoria, toda vez que la mayoría son empleados de la sanidad pública", advierte ANDOC.
Con la nueva ley, la consideración del aborto cambia totalmente, pues lo que antes era un "delito despenalizado" pasa a ser "un derecho que se puede ejercer en determinados plazos".
Esto va a suponer, explica la nota, una presión añadida contra el personal sanitario, que antes podía negarse a hacer abortos sin necesidad de invocar la objeción de conciencia. Con la nueva ley, al ser el aborto considerado como "un acto médico exigible", el objetor "queda en situación de excepción".
Además, ANDOC denuncia que el Gobierno ha falseado el debate de la Subcomisión, ya que actualmente "no existe una objeción de conciencia institucional, sino una mayoría de médicos y personal auxiliar que individualmente, por motivos legales (apoyados en sentencias), científicos y éticos, se niegan a participar en un aborto".
"Sería muy deseable que los promotores de esa ley se preguntaran, con honestidad, si la 'desvalorización del aborto' se debe, sólo, a los 'obstáculos' de los médicos objetores o la falta de apoyo de las Comunidades Autónomas, o más bien, a que causa un daño a la mujer, acaba con una vida humana, empobrece moralmente a una sociedad e incentiva una actividad tan sórdida como el negocio del aborto", afirma la nota.
Contradice la Constitución
ANDOC advierte que la base legal utilizada para promover la ley de plazos "contradice el ordenamiento constitucional y carece de justificación ética, médica, y social", y que "responde exclusivamente a motivos ideológicos".
La asociación recuerda que la mención a los "derechos reproductivos" es "ajena a las grandes Declaraciones de Derechos internacionales aceptadas por todos los países", y que las referencias a estos derechos "aparecen en algunos documentos internacionales aprobadas sin el consenso general".
Además, la Constitución española "establece, por un lado, que la vida humana es un proceso continuo que comienza con la gestación y que termina en la muerte"; y, por otra parte, que la objeción de conciencia es, en este caso, un derecho que constitucional que no precisa para su ejercicio de una regulación específica".
Por otro lado, afirma la asociación, el aborto "entra en conflicto con la ética del médico quien tiene como deber primordial cuidar la vida humana (artículo 4 Código Ética Médica)" y "obliga a muchos facultativos a proceder en contra de lo que ven y experimentan a diario en su trabajo: que dentro del seno de una embarazada hay alguien, no algo".
ANDOC pide por último a los profesionales de la Sanidad que "se reafirmen en su vocación de servicio a la vida, especialmente la de los más débiles y necesitados, y defiendan con hechos, su libertad y dignidad profesionales".

Editado por: Edelweis



lunes, 23 de febrero de 2009

DIOS EN AUTOBÚS


De la manera más “natural” y sencilla, sin alardes, -con luces y sombras, límites y pecados, ¡claro que sí!- siglos ha que los creyentes católicos llevamos expresando nuestra fe en Dios.

Lo hemos hecho en la calle, en la belleza incluso exterior de los templos y catedrales, en las cruces de tantas torres, caminos y picos montañosos. Lo hemos expresado en la pintura y en la escultura, en la música y en el canto; y no menos en la literatura, en la poesía, en el refranero, en el vocabulario cotidiano. Por si fuera poco, y sobre todo, lo hemos realizado a través de la vida de tontos hombres y mujeres, -anónimos y públicos-, sobresalientes por su santidad, su entrega incondicional a los marginados de la tierra, por su alto servicio a la sociedad, por su eficiencia en tantos y tantos campos del poder, del saber, del vivir haciendo el bien. Todo ello, en la simplicidad cotidiana de una tarea generosa y sin otra pretensión que hacer el bien a todos, como expresión del amor siempre primero de nuestro Dios y Señor, Creador y Padre, Único e incomparable, Dios Amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo, misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad ( Ex. 34,5-6).

Ese nuestro Dios cristiano y la vida de los creyentes han labrado principios y valores humanos cristianos, que han configurado pueblos, naciones, continentes e instituciones; han creado cultura, universidad, ciencia, trabajo, familia, justicia, dignidad, etc.

Llegó un momento, sin embargo, en que todo esto y Dios mismo parecía superado, olvidado e incluso casi, casi despreciado. Visto como algo del pasado e inútil. Ni se lleva más ni es políticamente correcto. Y de pronto, y desde donde menos se podía esperar, Dios es puesto en la plaza pública: en la calle y en la propaganda. La polémica Dios, sí, Dios no, está ahí; en los medios de comunicación, a la vista de todos. ¡Vaya por Dios!

Los ateos lo han sacado a pasear a la calle en autobús. ¡Paradoja laicista, si las hay! Y dicen que “probablemente Dios no existe”. ¿Pues si creíamos que los ateos no creían? ¿En qué quedamos Por esa regla de tres, y por muchas razones más, millones y millones de seres humanos estamos seguros de que Dios existe, creemos en Él y además somos felices. Es más, no tenemos complejo e intentamos amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, y al prójimo como a nosotros mismos. Dios y la fe en Él da sentido a todo lo que somos, hacemos y padecemos, crea humanidad fraterna y solidaria; y lo que es más importante aún, infunde en la humanidad un dinamismo imparable de bien, justicia, paz, esperanza y amor; en definitiva, creemos y sabemos que sólo Dios, el Amor salva al mundo.

Dios es conocido y amado por millones y millones de creyentes, -no gente ingenua, torpe e ignorante- porque Jesucristo, Hijo de Dios y Hombre verdadero, ha venido a manifestarlo y a darlo a conocer como Él es, y también cómo somos nosotros. Jesucristo es la visibilidad palpable del Dios único, vivo y verdadero. Lo es en su persona, con sus palabras y hechos, con su pasión muerte y resurrección. En Él tenemos la Vida: la de Dios en nosotros y la que perdurará siempre también.

Dios. He aquí la gran oportunidad. No para pinchar autobuses o mancharlos, sino sino para poner en ellos, nosotros también, “Dios existe” . Con Él la vida es siempre novedad. Inténtalo y verás. Salgamos a la calle con dignidad y respeto, fe honda y serena, bondad y paz. Será el grito elocuente, el de la vida creyente, que nadie podrá dejar de escuchar.

Editado por: Edelweiss