domingo, 19 de junio de 2011

IMPORTANCIA DE LA VIDA CONTEMPLATIVA





La vida contemplativa es vida de oración, silencio, trabajo y penitencia, ofrecidos constantemente a Dios por la salvación del mundo entero. Actualmente, existen en el mundo alrededor de 3.520 conventos con unas 75.000 religiosas contemplativas.

Pero su fuerza y su fundamento está en el AMOR. AMOR con mayúscula, porque Dios es AMOR y sin Dios no hay AMOR y el amor sin Dios no es verdadero amor. La vida contemplativa es vida de AMOR, viene del AMOR y tiende a proyectarse en AMOR a todos los hombres. Por eso, podemos decir sin temor a equivocarnos que el AMOR (DIOS) es capaz de hacerlas las personas más felices del mundo.

La Iglesia misma ha reconocido su validez en el mundo actual y la sigue recomendando y confirmando en muchos de sus documentos como uno de los mejores caminos para llegar a la santidad, es decir al AMOR. Veamos lo que nos dice el Papa Juan Pablo II: "la opinión pública e, incluso, desgraciadamente a veces, muchos cristianos se ven tentados a considerar la vida contemplativa como una evasión de lo real, una actividad anacrónica e incluso inútil, pero lo que es locura a los ojos del mundo es sabiduría en el Espíritu Santo. No intentéis justificaros. Todo amor, desde el momento que es auténtico, lleva en sí mismo su justificación" (Lisieux , 2-Junio-80).

"La Iglesia sabe muy bien que vuestra vida silenciosa y apartada en la soledad del claustro es fermento de renovación y de presencia del Espíritu de Cristo en el mundo. Hoy vuestra vida tiene más importancia que nunca, vuestra consagración total es de plena actualidad en un mundo, que va perdiendo el sentido de lo divino ante la supervaloración de lo material; vosotras, queridas religiosas, comprometidas desde vuestros claustros, sed testigos del Señor para el mundo de hoy: infundid con vuestra oración un nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre actual" (A las religiosas contemplativas de Mexico).

Hoy día, como hace dos mil años, la vida contemplativa sigue teniendo sentido. No es algo superado. No son seres inútiles encerrados de por vida para no hacer nada por los demás. La oración es más valiosa al mundo que el trabajo material, además las religiosas se ganan la vida con el trabajo de sus manos. Siguen el lema de san Benito: "ora et labora", ora y trabaja. Y todo esto hecho en un clima de silencio y paz que ayuda al encuentro con Dios. Dios es amigo del silencio y debemos buscar a Dios en el silencio, buscar momentos para estar a solas con El, que es Amor para amarle con todo el corazón. Incluso, en el tráfago y ruido de nuestras ciudades modernas debemos hacer un pequeño desierto en nuestro corazón para olvidarnos de los que nos rodean y centrarnos en Dios que habita en los más intimo de nuestro ser. Ya decía san Agustín: Dios es más íntimo que los más íntimo de nosotros mismos y más superior que lo más supremo de nosotros mismos.

Que el silencio, la oración y el trabajo nos ayuden a encontrarnos con el Dios del AMOR. Son valores que nuestras hermanas contemplativas nos enseñan y que debemos pedir por intercesión de María, la mujer silenciosa y trabajadora, que vivió del AMOR y para el AMOR, en comunión permanente con Jesús.


Edita: Edelweiss









APRENDER A DIOS EN DIOS





Dios es amor. No se conforme la Iglesia con decirlo. No te conformes con creerlo. Entra en el misterio, acércate al amor con que te aman, aprende el amor con que has de amar.
Porque Dios es amor, la Iglesia confiesa que sólo puede ser Uno, pues el amor es vínculo de perfecta unidad. Pero, iluminada por la palabra de la revelación, al proclamar la fe en la verdadera y eterna divinidad, la Iglesia adora a Dios Padre, con su único Hijo y el Espíritu Santo, tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad.
He pedido palabras a la liturgia para decirte de lo indecible. Pero has de buscar en la memoria de la fe otras palabras que te ayuden a entrar en el misterio que confiesas, a gustar lo que se te conceda conocer, a contar lo que allí se te haya concedido gustar.
No se entra en el misterio de Dios por la fuerza de la deducción lógica, sino por la gracia del encuentro amoroso. Sólo el amor abre el cielo para que oigas y veas, para que conozcas y creas, para que gustes y ames.
Se te ha dado conocer el amor del Padre al Hijo: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”. Se te ha concedido saber del amor que el Padre te tiene a ti: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Te han llamado a morar en el amor que has conocido: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor”.
Ya sabes dónde has de aprender a Dios, para conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa: a Dios lo aprendes en Cristo Jesús. Nadie va al Padre, si no va por Jesús. Nadie recibe el Espíritu, si no lo recibe de Jesús. Quien ha visto a Jesús, ha visto al Padre, porque Jesús está en el Padre, y el Padre está en Jesús.
En Cristo Jesús aprendes este misterio santo, que no es sólo de Dios, sino que, por el amor que Dios te tiene, es también tu misterio: “Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”.
A ti, por la fe, se te ha dado beber de la eterna fuente que es la Trinidad Santa, pues el Hijo de Dios salió del Padre y vino al mundo, salió de Dios y vino a ti: creíste en él para salvarte, bebiste en él para tener vida eterna.
A ti, por la fe, se te ha dado volver con el Hijo a la eterna fuente de la que Él ha nacido, de la que Él había salido. Ya no podrás hablar del Hijo de Dios sin hablar de ti, pues Él no quiso volver al Padre sin llevarte consigo.
Considera dónde moras, en qué fuego tu zarza arde ya sin consumirse, en qué infinito caudal se apaga tu sed de eternidad, y deja que el deseo de Dios te mueva hasta que te pierdas en el Amor.
Y mientras no llega para ti la hora del deseo apagado, entra en el tiempo divino de la Eucaristía, y habrás entrado por el sacramento en la eterna fuente que mana y corre.
Allí aprenderás a Dios; allí conocerás la gracia del Hijo, el amor del Padre, la comunión del Espíritu; allí, con Cristo y con los hermanos, imitarás el misterio de la divina unidad, para tener, con todos, un mismo sentir, un solo corazón, un alma sola.
Desde dentro de la fuente llegan a tu corazón palabras para nombrarla: “Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en clemencia y lealtad”.
Imita lo que nombras, y, de ese modo, por la puerta humilde de tu compasión y tu misericordia, los pobres aprenderán en ti el misterio de Dios.



Fr. Santiago Agrelo Martínez

Arzobispo de Tánger




Edita: Edelweiss