martes, 9 de junio de 2009

LOS NOMBRES DE LA VIDA CONSAGRADA SEGÚN BENEDICTO XVI



Las personas consagradas no anteponen nada al amor de Cristo. La persona consagrada es aquella que pertenece al Señor.
Un nombre es un programa
Las palabras, como signos, representan limitadamente el pensamiento del hombre. Sin embargo logran presentar, significar y calificar la realidad. Son las palabras instrumentos del pensamiento para definir la realidad. Y gracias a la riqueza que las palabras poseen, podemos abrirnos y enriquecernos con la realidad. Sucede entonces que podemos expresar con distintas palabras una misma realidad, un mismo concepto.
Éste ha sido quizás lo sucedido con el término vida consagrada. Antes del Concilio era conocido este estilo de vida como vida religiosa o vida de perfección. Términos utilizados para señalar el tipo de vida de quienes han elegido seguir más de cerca al Señor mediante los vínculos sagrados de pobreza, castidad y obediencia 1 . El concepto existe, son las palabras que de alguna manera ayudan a expresar mejor su significado. Y como dicen Mondin: “La lengua se convierte en la semilla de todo aquello que tiene que ver con el desarrollo cultural de un pueblo: de determinados signos lingüísticos se vale el lenguaje ordinario, el filosófico, el poético, el científico, el religioso, etc. En la lengua se encuentra prácticamente encerrada toda la vida de un pueblo y ella es el símbolo principal y fundamental, así como el instrumento primario de toda cultura” 2 . Las palabras son de alguna manera hijas de la realidad y no pueden dejar de representar la cultura en la cual se hayan inscritas.
En el Antiguo Testamento el nombre que recibe una persona indica todo un programa de vida. La historia de Abraham, que de Abrán pasa a ser Abraham: “No te llamarás más Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, pues te he constituido padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera, te convertiré en pueblos, y reyes saldrán de ti.” (Gen 17, 5 – 7 ). O aquella de Noemí, la suegra de Rut, cuyo nombre viene a significar una gran tristeza y amargura: “Las mujeres exclamaban: <> Mas ella respondía <<¡No me llaméis ya Noemí! Llamadme Mará, porque Sadday me ha llenado de amargura. Colmada partí yo, vacía me devuelve Yahvé. ¿Por qué me llamáis aún Noemí, cuando Yahvé da testimonio contra mí y Sadday me ha hecho desdichada?>>” (Rut 1, 19 – 21). Incluso el mismo nombre del Salvador es todo un programa de vida: “Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús ,3 porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21). Todos estos episodios del Antiguo y del Nuevo Testamento nos indican que el nombre significa algo más que un apelativo. Es una forma de expresar la misión y la vocación a la que Dios llama.
De la misma manera los nombres que recibe la vida consagrada significan algo. No son meramente términos retóricos para significar una misma realidad. Si bien se refieren al mismo concepto, la forma de expresar el concepto, la idea de vida consagrada significa un matiz diverso que pretende recalcar o resaltar aspectos importantes de la realidad a la que se alude o puntos de vista que se quieren subrayar por motivos específicos.
El nombre de vida consagrada puede también participar de esta hermenéutica, es decir, de esta forma de lectura de un nombre. Si quien se refiere a la vida consagrada bajo distintos nombres es el Santo Padre, el representante de Cristo en la tierra, podemos entender la forma en que la vida consagrada viene concebida en estos tiempos. No es que cambie el sentido de la vida consagrada, pero puede aportar una perspectiva nueva a la ya difícil situación por la que está pasando la vida consagrada.
El primer saludo
El 24 de abril de 2005 Benedicto XVI en la homilía de la misa inaugural de su ministerio petrino, como el gusta llamar al servicio que presta a la Iglesia como Sumo Pontífice, se ha dirigido a la vida consagrada con palabras cargadas de una gran emotividad. “Os saludo a vosotros, religiosos y religiosas, testigos de la presencia transfigurante de Dios.”


4 Momento significativo en el que después de uno de los más largos pontificados de la historia, el de Juan Pablo II, toca a Benedicto XVI tomar el timón de la barca de Pedro para guiarla por aguas no del todo tranquilas. La vida consagrada como hemos bien ya subrayado a lo largo de este libro, no pasa por momentos difíciles y sufre también de las dudas, las inseguridades y los apuros y aprietos por los que está pasando la Iglesia. No en vano, Jospeh Ratzinger en sus intervenciones al sínodo de la vida consagrada, clarificando la palabra profecía como adjetivo que pretendía calificar toda la actividad de la vida consagrada, parece traer a colación las dificultades que experimenta la vida consagrada por permanecer fiel a su identidad. Una identidad que en muchas ocasiones se dispersa en el secularismo, la actividad de agitación política, el servicio social sin una visión sobrenatural.
El primer saludo se presenta por tanto como la ocasión ideal no de reprensión, sino de invitación a ser lo que se tiene que ser, a tomar conciencia del momento en el que se vive y a poner la mirada en el ideal que se quiere alcanzar. Ideal por cierto que no viene inspirado por ningún teólogo o profeta de la vida consagrada, sino por el mismo fundador de la vida consagrada, por Cristo. Este ideal es el de seguir más de cerca las huellas de Cristo. Este seguimiento es el que permite a la vida consagrada el poder tener a Dios como amigo, como el Otro con el que me puedo confrontar, con el que puedo dialogar, el que me permite salir de mí mismo para entrar en la dimensión de su presencia.
Frente al ambiente demoledor del laicismo que pretende arrinconar a Dios en la esfera del privado, la vida consagrada se presenta como un estilo de vida que hace presente a Dios por su mismo estilo de vida, sin arengas ni manifestaciones, sin discursos ni brillantes exposiciones de alta teología. Es con la vida misma con la que los religiosos y las religiosas demuestran que Dios existe y que toda su vida gira en torno a él. Por ello, Benedicto XVI no duda en definir la vida consagrada en esta homilía, sobre todo como una vida de testimonio, una vida en la que más que hacer o decir, se es testigo de algo que se ha experimentado, que se ha vivido y que se sigue viviendo. Este testimonio no es sino el de saber que Dios existe y que se tiene conciencia de que se ha sido llamado por Él. Es lo que el Papa, no sin unas pinceladas poéticas define como la presencia transfigurante de Dios. Los consagrados serán entonces aquellos que viven todos los días esta presencia de Dios. Y no sólo desde un punto de vista contemplativo, sino desde un punto de vista activo, ya que esa presencia de Dios debe ser transfigurante. Es por tanto una vida basada sí en la contemplación pero que no se queda simplemente en la contemplación. Dicha contemplación no deja indiferente al hombre, sino que lo transforma, lo transfigura.
La persona consagrada, por su estilo de vida se convierte en un testigo, en un espectador activo y pasivo de esa presencia transfigurante de Dios. Pasivo, porque no deja de maravillarse al contemplar la acción de Dios en los acontecimientos, en las almas, en el devenir del mundo, en su misma alma. Y testigo activo, porque al darse cuenta de la acción de Dios en el mundo, en las almas y en sí mismo, se pone a disposición de Dios para colaborar en su obra transfigurante. Para ser un verdadero testigo de esta presencia de Dios y colaborar así en la obra transfigurante, la persona consagrada deberá vivir plenamente para Dios. Sin anteponer nada al amor de Cristo.
Quaerere Deum: no anteponer nada al amor de Cristo.
En el discurso del Santo Padre Benedicto XVI a las personas consagradas presentes en la diócesis de Roma el sábado 10 de diciembre de 2005, Benedicto XVI no las llama por un nombre en específico, pero se refiere a ellas con unas palabras que son todo un programa de vida y que encierran toda una visión que el Papa tiene de la vida consagrada.
Es la primera vez que el Sumo Pontífice tiene un encuentro exclusivamente dedicado a la vida consagrada. Si bien es cierto que el 25 de julio de ese año había dedicado una pequeña intervención a recalcar la importancia de la vida consagrada en el discurso a los sacerdotes de la diócesis de Aosta en la iglesia parroquial de Introd 5 y que el 27 de septiembre también del año 2005 había escrito una carta a mons. Franc Rodé con ocasión de la Asamblea plenaria de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica 6, no había tenido la oportunidad de tener un encuentro dedicado en forma íntegra a las personas consagradas. La presencia de innumerables religiosos, religiosas y personas consagradas que por diversos motivos pasan una temporada de su existencia en Roma 7, le ha brindado la posibilidad de dirigirles una palabra, casi en representación de todos los religiosos y religiosas esparcidos por el mundo.
En conexión con el saludo que había dedicado en su homilía de inicio de ministerio petrino a todas las personas consagradas, Benedicto XVI lanza a ellas la fórmula para ser testigos de la presencia transfigurante de Dios. Se es testigo de un acontecimiento o de una persona si se presencia dicho acontecimiento o se frecuenta dicha persona. En el caso de las personas consagradas el ser testigos de la presencia transfigurante de Dios requiere el presenciar el acontecimiento por excelencia del cristianismo que es la venida de Cristo a este mundo -el misterio de la Encarnación- y por otro lado el frecuentar a Dios en la persona de Cristo. Para ello el Papa Benedicto XVI no duda en definir el medio adecuado para que las personas consagradas sean verdaderos testigos de la presencia de Dios en el mundo. Se trata de una característica de la vida consagrada, ya señalada por Benedetto di Norcia (San Benito) quien había caracterizado la vida consagrada como “el no anteponer nada al amor de Cristo.” 8 He aquí el programa que a vida consagrada debe seguir si en verdad quiere llegar a ser testigos de la presencia de Dios en el mundo. “En efecto, la vida consagrada, desde sus orígenes, se ha caracterizado por su sed de Dios: quaerere Deum. Por tanto, vuestro anhelo primero y supremo debe ser testimoniar que es necesario escuchar y amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, antes que a cualquier otra persona o cosa. Este primado de Dios es de suma importancia precisamente en nuestro tiempo, en el que hay una gran ausencia de Dios. No tengáis miedo de presentaros, incluso de forma visible, como personas consagradas, y tratad de manifestar siempre vuestra pertenencia a Cristo, el tesoro escondido por el que lo habéis dejado todo. Haced vuestro el conocido lema que resumía el programa de san Benito: "No anteponer nada al amor de Cristo".” 9 El Papa Benedicto XVI pone en guardia a las personas consagradas contra las asechanzas del mundo que de alguna manera se oponen a esta presencia de Dios y que pueden infiltrarse en la mentalidad y en la vivencia de la vida consagrada. Es por tanto todo un programa de vida que propone a las personas consagradas, sintetizadas en esas palabras del Prólogo de la Regla de San Benito.
La claridad pedagógica y la sencillez de espíritu con la que el Papa hace ver a las personas consagradas cuál es la esencia de su consagración y la forma en que pueden llevarla a su plenitud, deja entrever la importancia que Benedicto XVI está dando a la dimensión espiritual de la vida consagrada. No es ajeno a los problemas que atacan a la vida consagrada. Su carta a la Asamblea plenaria de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica del 27.9.2005 deja entrever la conciencia de los momentos difíciles que deben afrontar quienes quieran vivir con fidelidad su consagración a Dios, pero sabe muy bien que no es en los medios externos en dónde se puede encontrar la solución a dichos problemas. A través de una sólida formación espiritual que se concreta en el cumplimiento de la voluntad de Dios, fundamentada en el mismo amor a Dios, podrá encontrar la vida consagrada los medios necesarios para responder a las dificultades que se le presentan.
No hay que dar por descontado en este discurso a los religiosos y a las religiosas presentes en la diócesis de Roma la inminente aparición de la primera carta encíclica del Papa Deus caritas est. En ella el Papa afirma la primacía del amor en la vida de la Iglesia10 , pero sólo a partir del encuentro con Cristo: “De este modo se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo.” Por ello la primacía del amor es para Benedicto XVI el fulcro que debe mover a toda persona consagrada. Y este amor se consigue sólo cuando se encuentra a Dios, se vive de su presencia y no se antepone nada a su amor.
Ser totalmente de Cristo…
Un discurso debe ser interpretado de acuerdo al contexto en el que se pronuncia y al auditorio al que se le habla. El 22 de mayo de 2006 Benedicto XVI quiso reunirse, mediante invitación expresa girada por la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica con todos los superiores y superioras mayores de las congregaciones de derecho pontificio. La intención primera era la de que asistiesen el consejo general de cada una de las congregaciones. Con el paso del tiempo se consideró más oportuno que sólo asistiesen a dicha reunión el superior(a) general y su vicario(a). Era por tanto una reunión en dónde se deberían tratar temas de importancia trascendental para la vida de las congregaciones religiosas, pues la presencia de las más altas autoridades citadas por quien detenta la autoridad suprema en la Iglesia así lo ameritaba.
El contexto del discurso se centraba en la situación de la vida consagrada y en algunas indicaciones que pudiesen ayudar a la vida consagrada a afrontar dichos problemas y dificultades. “Il Papa ha voluto che l’incontro con i responsabili del governo di tali istituzioni fosse contrassegnato da una duplice nota. L’incontro è stato, infatti, da una parte, una sincera e paterna manifestazione ‘di incoraggiamento e di conforto’; ma, dall’altra, è stato anche l’espressione di un richiamo al senso di responsabilità.” 12 No en vano el Papa en una parte de su discurso recuerda a las personas que están constituidos en autoridad lo siguiente: “Hacen falta opciones valientes, tanto a nivel personal como comunitario, que impriman una nueva disciplina en la vida de las personas consagradas y las lleven a redescubrir la dimensión totalizante de la sequela Christi. Hacen falta opciones valientes, tanto a nivel personal como comunitario, que impriman una nueva disciplina en la vida de las personas consagradas y las lleven a redescubrir la dimensión totalizante de la sequela Christi.”


13 Una de las raíces de las dificultades que atraviesa la vida consagrada es sin duda la mentalidad secularizada que se ha infiltrado incluso en la misma vida consagrada. En el convenio tenido precisamente dos días antes al encuentro con el Papa, Mons. Franc Rodé recordaba: “Il secondo pericolo, quello dei sadducei, è il malinteso liberistico che tende di avvicinare la fede al mondo, sfrondandola di ciò che al mondo può non piacere. Ma la fede non deve essere adattata allo schema di questo mondo, perché è troppo grande per essere costretta in questi angusti limiti, dal momento che credere è appunto trascendere questi limiti.”


14 Frente a estos problemas el Papa no duda en recordar a la vida consagrada cual es su esencia y así, nos encontramos con uno de los nombres más poéticos y más reales con los que quiere definir a la vida consagrada. En sintonía con la Regla de San Benito que define a las personas consagradas como las que no anteponen nada al amor de Cristo, como conclusión lógica se desprende que la persona consagrada es aquella que pertenece al Señor. Por tres veces el Papa en su discurso el Papa dice que los consagrados son los pertenecen al Señor. Es una definición de un gran contenido teológico pero a la vez simple y fácil de entender. Resume la esencia de la vida consagrada – seguir a Cristo más de cerca hasta tener sus mismos sentimientos- y al mismo tiempo dicta un programa de vida que deben seguir las personas consagradas.
Es un lenguaje que nos recuerda la vehemencia y el cariño con el que Pablo VI dedicaba su exhortación apostólica Evangelica testificatio15 a todas las personas consagradas, aconsejándolas paternalmente sobre las vías que debían seguir para vivir plenamente la consagración a partir de las indicaciones de la Perfectae caritatis. Incluso el esquema que sigue Benedicto XVI y el esquema de Evangelica testificatio es de un parecido asombroso. En ambos observamos una descripción de la realidad, seguido de una invitación a vivir lo esencial de la vida consagrada, para después terminar con las justas motivaciones, dando los medios adecuados para ello.
Y tanto Benedicto XVI como Pablo VI coinciden en sugerir la castidad como un medio privilegiado para pertenecer totalmente a Cristo. “Solo l’amore di Dio –bisogna ripeterlo- Chiapa in forma decisiva alla castità religiosa (…). Virtù decisamente positiva, la castità attesta l’amore preferenziale per il Signore (…). Essa (…) raggiunge, trasforma e penetra l’essere umano fin nel suo intimo, mediante una misteriosa somiglianza con il Cristo.” 16 Y Benedicto XVI no duda ensugerir la castidad consagrada coo el medio más adecuado para pertenecer totalmente a Cristo: “Para pertenecer totalmente al Señor, las personas consagradas abrazan un estilo de vida casto. La virginidad consagrada no se puede insertar en el marco de la lógica de este mundo; es la más "irracional" de las paradojas cristianas y no a todos les es concedido entenderla y vivirla (cf. Mt 19, 11-12). Vivir una vida casta significa también renunciar a la necesidad de aparecer, asumir un estilo de vida sobrio y modesto.”


17 Benedicto XVI no teme usar el adjetivo totalmente, cuando se refiere a la pertenencia de Cristo, como un antídoto frente al relativismo que campea incluso en la vida consagrada. “Con la caduta delle ideologie e il trionfo del cosidetto <> che pone le opinioni al posto della verità e propone il supermercato delle religioni come risposta al bisogno di spiritualità, l’uomo, sempre più sbandato, aspira e va in cerca di un punto di riferimento preciso.” 18 El hombre, y más aún el hombre que ha consagrado su vida a Cristo, busca un ancla, un punto firme a partir del cual construir su vida, especialmente en nuestro mundo en dónde las certezas se hayan encubierta por la duda, el subjetivismo, la opinión personal. Esas dudas se convierten en una forma de vida, en una cultura que penetra incluso la fe y la vida de las personas consagradas. Si no se tiene la certeza firme de pertenecer totalmente a Cristo, Él no podrá inflamar las almas con su amor ni transformarlas con su belleza. Pertenecer totalmente al Señor es un nombre y un programa de vida para toda persona consagrada.
Pioneros proféticos
Un nombre por lo demás innovador y audaz para la vida consagrada. Pero un nombre pensado para nuestros tiempos y las circunstancias que lo rodean.
En su discurso del 7 de mayo de 2007 dirigido a las Superioras generales reunidas en Roma para la asamblea internacional de la Unión internacional de Superioras generales (UISG) el Papa ha hablado magistralmente a una cierta tendencia que se da hoy día en la vida consagrada y que interpela no pocos espacios de la vida consagrada, especialmente la vida consagrada femenina. Si en una parte del Occidente, como bien pudiera ser la Europa, se asiste a la dramática situación de religiosas que han perdido la esperanza en la vida consagrada y que simplemente sobreviven porque no tienen otra mejor opción de vida, que han perdido la ilusión y la frescura de su consagración y sólo esperan el momento de la muerte de la congregación o de la suya propia, asistimos en otra parte del globo, especialmente en los países de América Latina, desde México a Argentina, Brasil incluso, a un espectáculo totalmente contrario. Religiosas y comunidades enteras que se entregan con pasión e ilusión a una misión y un apostolado de evangelización, digno de encomio y semejante al celo misionero y a la frescura con que el fundador y las primeras comunidades de mujeres consagradas que siguieron al fundador vivieron y pusieron en marcha las primeras obras .


19 En este último caso hay mujeres consagradas, comunidades y congregaciones enteras que se dedican en forma casi exclusiva a la promoción social, dejando a un lado el estilo de vida consagrada que Cristo quiso para sí y para sus discípulos. Animadas por un genuino celo apostólico y por la ayuda que pretenden brindar a sus hermanos flagelados por situaciones que en muchos casos claman al cielo, descuidan sin embargo la esencia de la consagración. No se trata de contraponer la misión con la consagración, pues bien sabemos que es un binomio inseparable, ya que la misión proviene de la consagración. “En efecto, antes que en las obras exteriores, la misión se lleva a cabo en el hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio personal. ¡Este es el reto, éste es el quehacer principal de la vida consagrada! Cuanto más se deja conformar a Cristo, más lo hace presente y operante en el mundo para la salvación de los hombres. Se puede decir por tanto que la persona consagrada está « en misión » en virtud de su misma consagración, manifestada según el proyecto del propio Instituto.”


20 La asamblea internacional de la Unión internacional de Superioras generales (UISG) había identificado algunas urgencias apostólicas que deben ser afrontadas por las mujeres consagradas. El Papa toma también conciencia de dichas urgencias pero plantea un forma de afrontarlas totalmente inusitada en el contexto de la asamblea. La de estar unidas a Cristo para dar una respuesta a dichas necesidades: “A menudo se trata de recorrer senderos misioneros y espirituales inexplorados, pero manteniendo siempre muy firme la relación interior con Cristo, pues sólo de esta unión brota y se alimenta el papel "profético" de vuestra misión, que consiste en el "anuncio del reino de los cielos", anuncio indispensable en todos los tiempos y sociedades.”


21 Esta unión con Cristo, que va en sintonía con sus discursos anteriores sobre lo que debe ser la vida consagrada, no anteponiendo nada al amor de Cristo y teniéndolo a Él como única pertenencia, debe desembocar en la misión. La persona consagrada no debe ser ajena a los males de este mundo, pero a diferencia de un voluntario o un trabajador social no busca la solución material o humana del problema, sino que quiere hacer presente el reino de los cielos en dicho problema. No es un espiritualismo vano que se olvida de la situación concreta. Es antes que nada amar al prójimo con el corazón de Dios, no sólo con un corazón humano .


22 Y en este sentido los fundadores son ejemplos preclaros de este binomio que forma una unidad indivisible en el alma de todo consagrado. Los fundadores no fueron ajenos a las necesidades de sus tiempos. Al contrario, fueron muchas veces los primeros en resolver esos problemas. Recordemos por ejemplo los tiempos en que era imposible pensar en que una mujer frecuentase las aulas escolares o en los miles de inmigrantes en diversas tierras a los que nadie tendía una mano. Los fundadores fueron los primeros –pioneros- en presentar a estas realidades no sólo una solución humana, sino que hicieron presente a estas realidades, el reino de los Cielos, convirtiéndose de esa manera en profetas. Por ello bien puede llamárseles pioneros proféticos, porque fueron los primeros en dar a conocer a realidades emergentes el reino de los Cielos.
Con este apelativo Benedicto XVI quiere invitar a todas las personas consagradas a imitar a los fundadores en su misión de ser portadores del reino de los Cielos a los retos que interpelan a la vida consagrada. “Por tanto, no caigáis nunca en la tentación de alejaros de la intimidad con vuestro Esposo celestial, dejándolos arrastrar excesivamente por los intereses y los problemas de la vida diaria. Los fundadores y las fundadoras de vuestros institutos pudieron ser "pioneros proféticos" en la Iglesia porque nunca perdieron la viva conciencia de que estaban en el mundo pero no eran del mundo, como enseñó claramente Jesús (cf. Jn 17, 14). Siguiendo su ejemplo, se esforzaron por comunicar con palabras y obras concretas el amor de Dios a través de la entrega total de sí mismos, manteniendo siempre la mirada y el corazón fijos en él.”


23 Sois servidores y servidoras de la misión de Jesucristo.
A cuatro meses del discurso tenido a las Superiores generales de la Unión internacional de Superioras Generales (UISG) reunidas en su asamblea internacional, Benedicto XVI peregrina en Austria con ocasión del 850º aniversario de la fundación del santuario de Mariazell. Es precisamente en este santuario en dónde el Santo Padre se dirige los sacerdotes, religiosos y religiosas presentes con un nombre que no deja de ser significativo. Los llama servidores de la misión de Jesucristo.
En una Europa que cada vez se cierra más en sí misma 24, en dónde la fe parece desaparecer o aparece cansada o mortecina en las mismas personas consagradas 25, Benedicto XVI no duda en lanzar un llamado a las personas consagradas para recordarles que como consagrados son personas siempre en misión. Y esta misión no es otra que la misma misión de Jesucristo. Es ésta una visión de largo alcance pues frente a la soledad en la que muchos consagrados viven en Europa, soledad de fe al no ver correspondida su entrega de vida con frutos palpables, el Papa quiere insistir en la esencia de la misión de los consagrados, que no es otra que la misión de Jesucristo. La esencia de esta misión se encuentra en el seguimiento de Cristo. Nadie comparte una misión si antes no ha sido llamado y no ha dado una respuesta a dicho llamado. Por ello el Papa indirectamente recuerda la importancia para las personas consagradas de recordar, de responder y de vivir siempre de acuerdo a dicha llamada. “Del mismo modo que hace dos mil años Jesús llamó a personas para que lo siguieran, también hoy muchos jóvenes, chicos y chicas, tras escuchar su llamada, se ponen en camino, fascinados por él e impulsados por el deseo de dedicar su vida al servicio de la Iglesia, entregándola para ayudar a los hombres. Tienen la valentía de seguir a Cristo y quieren ser sus testigos. De hecho, la vida en el seguimiento de Cristo es una empresa arriesgada, porque siempre nos acecha la amenaza del pecado, de la falta de libertad y de la defección. Por eso, todos necesitamos su gracia, que María recibió en plenitud. Aprendamos a mirar siempre, como María, a Cristo, tomándolo a él como criterio de medida; así podremos participar en la misión universal de salvación de la Iglesia, cuya Cabeza es él.”


26 La misión de Jesucristo viene definida como el anuncio y la edificación del reino de los Cielos. Nuevamente Benedicto XVI hace notar a las personas consagradas que el centro de toda consagración gravita en la parte espiritual. Si bien no olvida que este anuncio y edificación del reino de los Cielos se concreta de distintas maneras en esta tierra, no olvida que el punto central de la misión de Cristo y por ende de toda persona consagrada, no es la edificación social del mundo, sino el mensaje de la buena nueva que ha traído Cristo a la tierra. “El centro de la misión de Jesucristo y de todos los cristianos es el anuncio del reino de Dios” 27 , que se concreta “cuando Dios vive en nosotros y nosotros llevamos a Dios al mundo.”


28 Resulta curioso ver la forma en que Benedicto XVI señala las formas concretas de este anuncio y de esta edificación del reino de los Cielos. Es un anuncio y un trabajo que no deja descubierto ningún campo del quehacer humano, una inserción en todos los niveles de la cultura, dejando ver que lo importante no es el campo en cuanto tal sino la intención que se tiene para anunciar el reino de los Cielos en todas las facetas del quehacer humano. De esta forma lanza a los consagrados, y especialmente a los consagrados que viven y trabajan en Europa, a la hermosa tarea de penetrar todas las actividades humanas del mensaje del evangelio, edificando de esa manera el reino de los Cielos. El nombre por tanto de servidores y servidoras de la misión de Jesucristo es una invitación a la esperanza. “El Señor llama a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los laicos a entrar en el mundo, en su realidad compleja, para cooperar allí a la edificación del reino de Dios. Lo hacen de muchas y muy diferentes maneras: con el anuncio, con la edificación de la comunidad, con los diversos ministerios pastorales, con el amor concreto y con la caridad vivida, con la investigación y con la ciencia realizadas con espíritu apostólico, con el diálogo con la cultura de su entorno, con la promoción de la justicia querida por Dios y, en no menor medida, con la contemplación silenciosa del Dios trino y rindiéndole una alabanza comunitaria.”


29 NOTAS
1 “Por los votos, o por otros sagrados vínculos análogos a ellos a su manera, se obliga el fiel cristiano a la práctica de los tres consejos evangélicos antes citados, entregándose totalmente al servicio de Dios sumamente amado, en una entrega que crea en él una especial relación con el servicio y la gloria de Dios. Ya por el bautismo había muerto el pecado y se había consagrado a Dios; ahora, para conseguir un fruto más abundante de la gracia bautismal trata de liberarse, por la profesión de los consejos evangélicos en la Iglesia, de los impedimentos que podrían apartarle del fervor de la caridad y de la perfección del culto divino, y se consagra más íntimamente al divino servicio.” Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 21.11.1964, n. 44.
2 Battista Mondin, Antropologia filosofica, EDB, Bologna, 2000, p.187.
3 Jesús, en hebreo Yehosu’a quiere decir Yahvé salva.
4 Benedicto XVI, Homilías, 24.4.2005.
5 Benedicto XVI, Discursos, 25.7.2005.
6 Benedicto XVI, Carta, 27.9.2005.
7 “Il 10 dicembre 2005, Benedetto XVI ha pronunciato nell’aula Paolo VI un discorso in occasione dell’udienza concessa a tutte le persona consacrate che vivono a Roma. L’idea dell’incontro, nata nell’ambito della diocesi di Roma, era stata appoggiata dai rappresentanti dell’Unione delle Superiore Maggiori d’Italia (USMI) e della Conferenza Italiana dei Superiori Maggiori (CISM).” Àngel Pardilla, Il Cristo della formazione, Manuale biblico e teologico di formazione alla vita religiosa, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2009, p. 430.
8 Benedetto, Prologo, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2002, p. 27.
9 Benedicto XVI, Discursos, 10.12.2005.
10 “La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.” Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est, 25.12.2005, n. 25a.
11 Ibídem., n. 18.
12 Àngel Pardilla, Il Cristo della formazione, Manuale biblico e teologico di formazione alla vita religiosa, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2009, p. 442.
13 Benedicto XVI, Discursos, 22.5.2006
14 Franc Rodé, La spinta che la Chiesa si aspetta della Vita Consacrata in German Sánchez (Ed), Duc in altum! Atti del Convegno, Edizioni Art, Roma 2007, p. 95
15 Pablo VI, Esortazione apostolica Evangelica testificatio, 29.6.1971.
16 Ibídem., n.13.
17 Benedicto XVI, Discursos, 22.5.2006.
18 Arnoldo Piga, L’incontro con Cristo, pienezza di ogni vocazione, in Rivista de vita spirituale, Anno LVII, Marzo Aprile 2003, Fascicolo II, p.194.
19 “De este modo, si en algunas regiones de la tierra los Institutos de vida consagrada parece que atraviesan un momento de dificultad, en otras prosperan con sorprendente vigor, mostrando que la opción de total entrega a Dios en Cristo no es incompatible con la cultura y la historia de cada pueblo.” Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 2.
20 Ibídem., n. 72.
21 Benedicto XVI, Discursos,7.5.2007.
22 “De este modo se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más allá de la apariencia exterior del otro descubro su anhelo interior de un gesto de amor, de atención, que no le hago llegar solamente a través de las organizaciones encargadas de ello, y aceptándolo tal vez por exigencias políticas. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita. En esto se manifiesta la imprescindible interacción entre amor a Dios y amor al prójimo, de la que habla con tanta insistencia la Primera carta de Juan. Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo « piadoso » y cumplir con mis « deberes religiosos », se marchita también la relación con Dios. Será únicamente una relación « correcta », pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama.” Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est, 25.12.2005, n. 18
23 Ibídem., n. 72.
24 Benedicto XVI, Discursos,7.5.2007.
25 “De este modo se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más allá de la apariencia exterior del otro descubro su anhelo interior de un gesto de amor, de atención, que no le hago llegar solamente a través de las organizaciones encargadas de ello, y aceptándolo tal vez por exigencias políticas. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita. En esto se manifiesta la imprescindible interacción entre amor a Dios y amor al prójimo, de la que habla con tanta insistencia la Primera carta de Juan. Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo « piadoso » y cumplir con mis « deberes religiosos », se marchita también la relación con Dios. Será únicamente una relación « correcta », pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama.” Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est, 25.12.2005, n. 18
26 Benedicto XVI, Discursos,7.5.2007.
27 “Por fin, la tendencia de la sociedad europea a encerrarse en sí misma se debe contrarrestar con la disponibilidad de las personas consagradas a continuar la obra de evangelización en otros Continentes, a pesar de la disminución numérica que se observa en algunos Institutos.” Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, 28.6.2003, n. 38.
28 “Per quanto riguarda gli Ordini e le Congregazioni con una lunga tradizione nella Chiesa, non si può non notare, come voi stessi avete sottolineato, che negli ultimi decenni hanno attraversato quasi tutti - quelli maschili come quelli femminili - una difficile crisi dovuta all’invecchiamento dei membri, a una più o meno accentuata diminuzione delle vocazioni, e talora anche a una "stanchezza" spirituale e carismatica. Questa crisi, in certi casi, si è fatta persino preoccupante.” Benedetto XVI, Discorsi, 18.2.2008.

Edita: Edelweiss