San Marcos los escribió así: “Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: _Tomad, esto es mi cuerpo”. Y luego añadió: “Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todo bebieron. Y les dijo: _Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”.
Te puede parecer, Iglesia santa, que las palabras del evangelista describen lo que Jesús hizo en la última cena con sus discípulos; pero en realidad te está poniendo delante de los ojos la vida entera de Jesús, todo lo que hizo antes de aquella cena, y lo que va a consumar después de ella. Antes de aquella cena, Jesús ha partido y repartido su vida entre los hombres anunciando el Reinado de Dios, curando enfermos, liberando poseídos, perdonando pecados, haciendo el bien. Después de aquella cena, Jesús partirá y repartirá su vida entregándola por todos en los brazos abiertos de una cruz.
El pan y el vino de la última cena nos ayudan a comprender lo que fue Jesús para los pobres: un pan repartido; una copa de la que todos pudieron beber; una vida entregada por todos para que todos pudiesen vivir.
Pero también es verdad que la vida y la muerte de Jesús ayudan a comprender el significado de aquel pan entregado a los discípulos en la última cena y de aquella copa de la que todos bebieron; y también ayudan a comprender el significado del pan y del vino de nuestra Eucaristía. De su pan, de nuestro pan, se dice: “Esto es mi cuerpo”; de su copa, de nuestra copa, se dice: “ésta es mi sangre de la alianza”.
Cuando tomamos el pan y, pronunciando la bendición, lo partimos y lo comemos, la fe nos dice que Cristo nos está entregando, no nuestro pan, sino su Cuerpo Santísimo. Y cuando bebemos de la copa de la alianza, la fe nos dice que Cristo nos está entregando, no nuestro vino, sino la Sangre Santísima que él derramó por todos nosotros.
Cristo, su entrega, su sacrificio, su amor, él es la verdad de la Eucaristía, él es la señal de eterna alianza entre Dios y el hombre.
Celebrar la Eucaristía es como hacer brillar en el cielo un arco iris de paz entre Dios y los hombres. El Padre y la Iglesia miran a Cristo, y recuerdan el amor que los ha unido en eterna alianza.
Te puede parecer, Iglesia santa, que las palabras del evangelista describen lo que Jesús hizo en la última cena con sus discípulos; pero en realidad te está poniendo delante de los ojos la vida entera de Jesús, todo lo que hizo antes de aquella cena, y lo que va a consumar después de ella. Antes de aquella cena, Jesús ha partido y repartido su vida entre los hombres anunciando el Reinado de Dios, curando enfermos, liberando poseídos, perdonando pecados, haciendo el bien. Después de aquella cena, Jesús partirá y repartirá su vida entregándola por todos en los brazos abiertos de una cruz.
El pan y el vino de la última cena nos ayudan a comprender lo que fue Jesús para los pobres: un pan repartido; una copa de la que todos pudieron beber; una vida entregada por todos para que todos pudiesen vivir.
Pero también es verdad que la vida y la muerte de Jesús ayudan a comprender el significado de aquel pan entregado a los discípulos en la última cena y de aquella copa de la que todos bebieron; y también ayudan a comprender el significado del pan y del vino de nuestra Eucaristía. De su pan, de nuestro pan, se dice: “Esto es mi cuerpo”; de su copa, de nuestra copa, se dice: “ésta es mi sangre de la alianza”.
Cuando tomamos el pan y, pronunciando la bendición, lo partimos y lo comemos, la fe nos dice que Cristo nos está entregando, no nuestro pan, sino su Cuerpo Santísimo. Y cuando bebemos de la copa de la alianza, la fe nos dice que Cristo nos está entregando, no nuestro vino, sino la Sangre Santísima que él derramó por todos nosotros.
Cristo, su entrega, su sacrificio, su amor, él es la verdad de la Eucaristía, él es la señal de eterna alianza entre Dios y el hombre.
Celebrar la Eucaristía es como hacer brillar en el cielo un arco iris de paz entre Dios y los hombres. El Padre y la Iglesia miran a Cristo, y recuerdan el amor que los ha unido en eterna alianza.
Fr. Santiago Agrelo Martínez
Arzobispo de Tanger
Edita: Edelweiss