La muerte es siempre un escándalo, sobre todo para un creyente. El libro de la Sabiduría parece querer evitártelo, cuando dice: “Dios no hizo la muerte”. Pero tú intuyes que puedes añadir, aunque te inquiete lo que vas a decir: “Tampoco hizo la vida”, pues vida y muerte no son cosas que se hacen, sino procesos que se experimentan.
No te dejes acobardar por el escándalo y entra en el misterio asombroso de la relación de Dios con la vida y con la muerte: “Dios no se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera”. La Sabiduría se acerca con palabras nuestras al misterio de Dios, y nos deja entrever dónde encuentra Dios su complacencia y qué sueños son los que acaricia en su intimidad. Dios se recrea en lo que hace, y no encuentra gozo en la destrucción. El sueño más íntimo de Dios es la vida de todo lo que ha creado.
No pienses, sin embargo, que has de llamar vida a cualquier cosa, pues la vida que Dios ama y por la que lucha en todos los ámbitos de la creación, lleva consigo la justicia y el bien, la libertad y la paz, la reconciliación y la verdad. La vida lleva consigo la inmortalidad, pues todo, desde la justicia a la verdad, ¡todo es inmortal!
Te he dicho de la vida que Dios ama. Y porque no pienses que lo dicho es invención mía, recuerda las palabras de Jesús: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que tenga vida eterna”. Y aquellas otras: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. En realidad, lo que se proclama en el evangelio de este domingo es narración de la lucha de Dios por la vida del hombre, por la salud del hombre, por la paz del hombre: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva… Entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: …levántate”. Y a la mujer que, pensando que con solo tocar el vestido de Jesús quedaría curada, Jesús le dice: “Hija, tu fe te ha curado, vete en paz y con salud”.
Intuyo, hermano mío, hermana mía, que la vida, siendo lo que ya tenemos, es sobre todo lo que aún no tenemos, lo que un día esperamos alcanzar, porque Dios lucha por ello, y nosotros nos unimos a esa lucha con la pasión que en nuestros corazones pone el amor de Dios.
Te he dicho de la vida por la que Dios lucha. Y porque no pienses que la palabra lucha es excesiva para indicar el compromiso de tu Dios con la vida, deja por un momento la casa del jefe de la sinagoga con su velatorio por la niña muerta, deja el camino que Jesús recorre acompañado de tanta gente que lo apretujaba, deja Galilea por Jerusalén, y mira a Jesús luchar por la justicia y el bien, la libertad y la paz, la reconciliación y la verdad, mira a Jesús luchar hasta perder la vida por tu vida.
Tal vez ahora empecemos a intuir qué significa la palabra cristiano: “cristiano quiere decir hombre de Cristo”. Tú puedes añadir: cristiano es aquel hombre, aquella mujer, que por ser de Cristo, aman la vida, luchan por la vida, hasta perder la vida en esa lucha. Cristiano tal vez sea sólo un hombre, una mujer, en quienes Cristo continúa su batalla por la vida, esa vida que empieza en el seno materno y aspira a la inmortalidad de la justicia y la verdad. Feliz domingo.
No te dejes acobardar por el escándalo y entra en el misterio asombroso de la relación de Dios con la vida y con la muerte: “Dios no se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera”. La Sabiduría se acerca con palabras nuestras al misterio de Dios, y nos deja entrever dónde encuentra Dios su complacencia y qué sueños son los que acaricia en su intimidad. Dios se recrea en lo que hace, y no encuentra gozo en la destrucción. El sueño más íntimo de Dios es la vida de todo lo que ha creado.
No pienses, sin embargo, que has de llamar vida a cualquier cosa, pues la vida que Dios ama y por la que lucha en todos los ámbitos de la creación, lleva consigo la justicia y el bien, la libertad y la paz, la reconciliación y la verdad. La vida lleva consigo la inmortalidad, pues todo, desde la justicia a la verdad, ¡todo es inmortal!
Te he dicho de la vida que Dios ama. Y porque no pienses que lo dicho es invención mía, recuerda las palabras de Jesús: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que tenga vida eterna”. Y aquellas otras: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. En realidad, lo que se proclama en el evangelio de este domingo es narración de la lucha de Dios por la vida del hombre, por la salud del hombre, por la paz del hombre: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva… Entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: …levántate”. Y a la mujer que, pensando que con solo tocar el vestido de Jesús quedaría curada, Jesús le dice: “Hija, tu fe te ha curado, vete en paz y con salud”.
Intuyo, hermano mío, hermana mía, que la vida, siendo lo que ya tenemos, es sobre todo lo que aún no tenemos, lo que un día esperamos alcanzar, porque Dios lucha por ello, y nosotros nos unimos a esa lucha con la pasión que en nuestros corazones pone el amor de Dios.
Te he dicho de la vida por la que Dios lucha. Y porque no pienses que la palabra lucha es excesiva para indicar el compromiso de tu Dios con la vida, deja por un momento la casa del jefe de la sinagoga con su velatorio por la niña muerta, deja el camino que Jesús recorre acompañado de tanta gente que lo apretujaba, deja Galilea por Jerusalén, y mira a Jesús luchar por la justicia y el bien, la libertad y la paz, la reconciliación y la verdad, mira a Jesús luchar hasta perder la vida por tu vida.
Tal vez ahora empecemos a intuir qué significa la palabra cristiano: “cristiano quiere decir hombre de Cristo”. Tú puedes añadir: cristiano es aquel hombre, aquella mujer, que por ser de Cristo, aman la vida, luchan por la vida, hasta perder la vida en esa lucha. Cristiano tal vez sea sólo un hombre, una mujer, en quienes Cristo continúa su batalla por la vida, esa vida que empieza en el seno materno y aspira a la inmortalidad de la justicia y la verdad. Feliz domingo.
+Fr. Santiago Agrelo Martínez
Arzobispo de Tánger
Edita: Edelweiss